25.9.07

Mi lumía - O. Girondo

Mi lu
mi lubidulia
mi golocidalove
mi lu tan luz tan tu que me enlucielabisma
y descentratelura
y venusafrodea
y me nirvana el suyo la crucis los desalmes
con sus melimeleos
sus eropsiquisedas sus decúbitos lianas y
dermiferios limbos y gormullos

mi lu
mi luar
mi mito
demonoave dea rosa
mi pez hada
mi luvisita nimia
mi lubísnea
mi lu más lar
más lampo
mi pulpa lu de vértigo de galaxias de semen de
misterio
mi lubella lusola
mi total lu plevida
mi toda lu
lumía




Nota: Recuerdo que dos años y medio atrás fui cuasi-obligado a leer este poema en un bar que se ubica en una esquina del punto de intersección entre las calles Alvarez Thomas y Federico Lacroze. No creí que aquél momento tenía meritos suficientes para ser grabado en los cuadernos de mi memoria, sin embargo, cuando pocos dias atrás me reencontré con estas palabras (en apariencia, olvidadas para mí), fui víctima de una vorágine sentimental, una tormenta de recuerdos y sensaciones tan placentera como nostálgica, que hizo iluminar ese pequeño cuadrito dentro de mi inextricable pinacoteca de recuerdos en donde me veo a mí mismo, un chico que no tenía idea de cómo fumar un cigarrillo (y la gente que me conoce sabrá apreciar lo curioso de eso último), leyendo a un autor desconocido y obligado a admitir la belleza que subyacía a ese conjunto de sintagmas incoherentemente concatenados para mí. Hoy en día, este poema no ha ganada mucha claridad en mi entendimiento, sin embargo, me trasmite algo parecido al sosiego y una suave bruma de amor lejano. Desconozco si ese sentimiento es producto de las palabras de Oliverio o simplemente es el recuerdo tácito y hecho piel de aquel bar de Colegiales.

9.9.07

Limbo

¿Estás atada? Sí.
¿En qué silla? La 16.
¿Tenés frío? No.
¿Sabés quién habla?

(Un timbre suena a lo lejos,
abren la puerta para sacar a los muertos)

¿Sabés tocar? Sí.
Bueno, probá.
¿En qué silla estás? La 16.
¿Sabés quién llora?

(Hay un cambio de rumbo,
el 52 es ahora el 57)

No, no tirés más.
Hoy no estoy iluminado.
Mejor giro y callo,
he visto adentro demasiado.

(Se redujo Rivadavia a una baldosa,
siendo así la avenida más pequeña del mundo)

Ya no hay movimiento.
¿Dónde quedó tu pasado?
Lo que siempre eterno fue,
hoy lo cruzo con un paso.

(La noche misma aparece
y recubre la avenida de repente)

3.9.07

Testamento del buen perro

La medusa me engatusa con su chuza de lechuza, el embrujo me redujo a un dibujo de mi lujo y las flores de colores, similares a mis soles, se estremecen aunque cesen los temblores de mi heses. ¡Si me viesen!¡Si me oliesen! En el frío me resfrío por olvido de vestido y no hay porte que soporte lo pesado de mi hado ¡Que me diga lo sagrado si en pasado yo he pecado! Si no atino al buen camino, seré perro citadino, y entre el tetra y linda letra, alzaré las riendas de la lepra ¡A la mierda el adivino, moriré canino y junto al vino! Y al amor no lo concibo, por jodido mal parido, sólo a ustedes amigos pido: ¡Arrojad a hoguera a cada puta carroñera, bebedora de miseria aliada del celo y de la histeria! ¡Y que el viento me recuerde por el nombre de valiente, arrastrado que a su suerte fue tocado por la muerte!