26.2.08

Un ensayo de Romeo

(La calle, habitada por una soledad que miraba una ventana abierta a la noche)

Había alguien dentro,
detrás de esas paredes:
El sueño mismo,
la espera y su fin.
Asomó el humo,
el ansiado cigarrillo.
Miré su sombra
y cómo ella vestía
las formas oníricas
que se decían inmortales.
Debería improvisar una línea
concisa y livana, plumífera.
Con las manos unidas y cóncavas
me dispuse a gritar
y elevar así la súplica
hasta el ventanal.

(Silencio)

Una luz efímera
junto a una brisa
que disipó el humo
supieron desnudar la sombra.
No hubo frase.
No era ella.

(Desde una ventana abierta a la noche, una soledad miraba una calle deshabitada)

21.2.08

Rutina

La línea que vivo,
la luciérnaga ciega,
la noche ulterior
a las mil y una,
el sueño, la bahía,
las hojas, el acero,
la nieve de quien mira,
las ventanas, el eco,
la zozobra, el miedo,
las pasiones, el recuerdo,
los mares, el delirio,
la angustia y el estío.
La luz, el mediodía,
el café, la fatiga,
la vorágine y su sol,
el sudor, la espera,
las manos, el bostezo,
las cosas que no digo,
el papel, la familia,
el reloj, los suspiros,
los amigos, la partida,
la soledad en la caída,
el desvelo y la rutina
que gira,
gira,
gira.

18.2.08

1 + 1 = 1

En el aire sintieron la brisa floreada que su aleteo repartía por los puntos por donde pasaban, como si la cola invisible de un cometa rozara la estela de otro y juntas formasen el cruel aroma del sexo. Cruzáronse por lugares cercanos, por coordenadas inaprensibles en donde coincidieron las fuerzas de sus movimientos y así, fueron sorprendidos por el ardor que dominaba su vuelo para luego apaciguarlo en el estallido de un abrazo, en la cópula entre alas, girando desorbitados sobre los espacios de la habitación, estrellándose contra las paredes rugosas, las patas de mi silla, el vaho de un cigarro, para dar por fin con el albergue perfecto: el recoveco ideado por el azar que nacía en el relieve de una hoja doblada y su contacto con un libro de gramática, formando una cueva privada, una habitación oscura en donde su leve imaginar pudo hacer despertar la naturaleza dominada por el puro deseo. Copularon como su libro innato dice, con las formas inmortales que las especies se inculcan en lamemoria de su cuerpo. En ese instante supieron lo que es ser hombre, gorrión y tigre. Dudo que pueda hablarse de amor. El contacto y los movimientos eran novedades en sus cuerpos, nociones dormidas que jamás habían sido solicitadas despertaban envueltas en la pasión feroz que tiñe el nacimiento de los seres. Se aceleraban, juntos creaban un cuerpo nuevo con un tiempo nuevo también, una dinámica de fuerzas que no podía pertenecer a un sólo sujeto; las pasiones se alimentaban y los calores pasaban por fuego, por espadas que esperan huir de la fragua ardiente, que necesitan estallar en un gemido de lujuria, en sensaciones que sus formas nunca supieron experimentar. De pronto, algo estalló y se perdió en el aire, el nuevo ser había sido demasiado. Rendidos, con las fuerzas suficientes para abandonar la cueva, trataron de marcharse para que otra nueva casualidad les brinde algo necesario, sea alimento o descanso. Dejaron de desearse y trataron de separar sus cuerpos para que cada uno continúe con lo suyo, pero cuando uno trató de llevarse la parte que había introducido en el otro, dio con la sorpresa de que no podía recuperarla. Intentó desligarse con suavidad un buen número de veces, con la sutileza que enseñan los años de aprendizaje, pero no había caso. Lentamente, la desesperación supo tomar su ánimo y comenzó a usar todas sus fuerzas para despegarse de su compañera. Ella, despreocupada en un principio, no entendía porqué su compañero tardaba tanto en dejarla libre, en soltar su cuerpo y permitir su vuelo lejos de esa cueva. No quería lastimarla, sólo deseaba poder separarse, sin embargo cuanta más fuerza él hacía para librarse, más era el dolor y la desazón de verse igualmente atrapado. Creyó que querían retenerlo para formar de nuevo esa dinámica, esa vorágine de sensaciones que ya no quería experimentar; creyó que ella contraía sus músculos para tenerlo como esclavo, para renacer el fuego que ya era ceniza. Ella comenzó a creer lo mismo. Las fuerzas por librarse empezaron a nacer en ambos, trataron de volar en direcciones opuestas y de combatir uno contra el otro para que el yugo inexistente se quiebre. El odio resplandeció como una hoguera nocturna, de la misma manera que antes habían creado la luz ahora los cubría el rencor por el otro. Eran dos esclavos de sus cuerpos pensando en la inocente manera en que habían confiado su cuerpo a un otro tan malévolo, pero algo había fallado, algo que no podían controlar. Aparecieron los movimientos por la supervivencia, la guerra entre ellos, la atención a los descuidos y los tironeos repentinos que trataban de sorprender las fuerzas represivas del otro. Peleaban dando giros improvisados en el aire, sus cuerpos unidos se mezclaban en la cueva oscura, sus patas y alas trataban de rechazarse pero no había caso. Ya eran uno. Tras un buen puñado de tiempo de batalla inútil, quedáronse quietos sobre la mesa, dentro de la cueva lóbrega que ahora tomaba las formas de una tumba, ya sin fuerzas para seguir combatiendo y con la nimia esperanza de que el destino se apiade de su fatídico presente. Inmóviles, mirando hacia direcciones perfectamente opuestas, esperaban su salvación en su muerte. La muerte de uno traería el sosiego de ambos, uno se hundiría en un descanso eterno, el otro podría librar su cuerpo y echarse a volar. Atentos sobre el presente del otro, esporádicamente movían sus antenas para explicar que la rendición era lejana. El hambre comenzó a traducirse en dolor, sumado con el cansancio tortuoso que sufrían sus miembros. La vibración de las antenas se fue mezclando con los espasmos que auguran el inminente final, con el suspiro que la muerte va depositando en la boca de quien agoniza. Cada vez más separados por la quietud, los movimientos pasaron a ser mínimas muestras de vida que aparecían y acababan como un destello en la cruda noche. Una parte del nuevo cuerpo no volvió a dar señales. La paz había acometido para una de las mitades y la otra, con un fulgor escondido que su amor por la vida le otorgó, tiró con todas las energías que la nueva esperanza le había dado. La desazón fue criminal, estaba atrapado a un muerto. Esa esperanza última que se apagaba provocó el descreimiento definitivo, la fría resignación que espera la eternidad del sueño. Depositó los restos de su fe en algún ser extraño que quizás podría aparecer y desprender la condena que llevaba detrás suyo. Las antenas volvieron a vibrar, esta vez para darse a sí mismo una prueba de vida. Debía pensar en las antenas, que no dejaran de moverse, que algo vendría a salvarlo pero sin las antenas en vano sería, que el movimiento era su vida y su vida se basaba en el movimiento. De pronto, ya no hubo recuerdo ni antenas ni movimiento ni dos cuerpos que supieron volar; tan sólo un ser engendrado por la pasión que proyectaba su sombra inerte sobre las hojas de un cuaderno.

12.2.08

Efímera

Fuiste tan pasajera, ya olvidé tu voz. Han quedado en mí el recuerdo de brisas naturales de algún verano torrencial que sufrí en la infancia; el perfume que ayer usaste, en absoluto. Sin embargo, estaba tan feliz ayer por haberte recorrido, por inventarte en una fantasía y hacerte a mi antojo, moldeandote como a una Venus de fango fresco. Me sentía inmensamente aliviado al apreciar el botonito que colgaba de tu oido y se enredaba en tu pelo, imaginando que podría abrocharlo en mi camisa para que mis latidos formen parte de los tuyos. Fue todo tan efímero, como un chasquido perdido en algún desierto blanco, como una vida dentro de mi vida. Cuando franqueste la puerta de tu casa, separándo así nuestras existencias, olvidé enteramente toda nuestras palabras, tus sonrisas, tus zapatos. Conservo el resabio de pensamientos gastados, usados y antiguos. Algo en mí había funcionado esas horas, pero la distancia de nuestras voces hizo que todo acabe en ese instante. Fuiste un soplido, un viaje en colectivo interino, y sin embargo, sin recordarte, no te olvido.

Octubre 2007

11.2.08

Insomnio

Bajo el humo de un cigarrillo
que esta noche no debió morir,
me devora el lento devenir,
la duermevela que no fue sueño,
las maravillas que aún espero
y aquellas que dejaré partir.
Las formas se dibujan solas,
para que cese el crudo hastío
quiero dejar de engendrarlas
y luego herirlas dentro mío.
Soñar quiero en el sueño presente
y que la luz sea mi principio,
que el despertar sea precipicio
de los vaivenes del inconsciente.
¿Quién me saca de este sitio
que se agita en el insomnio?
¿No será que el mismo odio
alimenta el tibio asilo?
Al dejar estas letras sin dueño
volveré al recinto donde abro
la simple verdad de la que hablo,
esa que sabía ya de niño:
al pensar la vida como un sueño
Calderón no caía en el delirio.

6.2.08

Vomito

Vomito.
Omito.
Mito.
Mío.
Mí...
¿tí
o mí?
Mito mío.
-¿O timo?
Timo mí.
-¿Motivo?
Tí, mí.
-¿Tí, mí? ¡Mito!
(Omito)
-¡¿Tí, mí?! ¡Mito!
¡Voto, voto tí, voto mí! ¡Voto mío!
- ...Timo, mito...
¡Voto motivo mí tí!
...
...

Vomito mí.
Vomito tí.
Vomito, mito mío.

El ayer que dejó de ser ayer

Escapá, hundite en tus sábanas de tiempo,
en los ojos que dejaron de ser tuyos.
Escapá en tu miedo al miedo,
en los fríos pies de la derrota.
Tuviste mi pasado entre las manos,
ahora te envuelve el olvido,
el oprobio de ser una máscara
que cubría la cicatriz del amor lacerante.
Esas palabras que estancadas
mordían los ríos de la angustia
hoy tiñen el piso de una cocina,
hoy son seca carne de invierno.
El ayer me ha perdonado
y un nuevo ayer es ahora,
una pluma y una brisa
y en la lontananza un sol tibio
que reclama mis pasos.

Luna llena - L. Lugones

Insensible a la desventura
Del encanto y del pote rotos,
Por los ámbitos más remotos
Tiende su impávida blancura.

Y ensayando en la frágil chica,
A pleno azul sus papelones,
Implacable con los rincones,
En su gaceta lo publica.

4.2.08

Cosas que dejo en el freezer

Un muerto que ignora su muerte.
Una semilla envuelta en un pañuelo a pintas.
Una lágrima perdida que no tuvo porque nacer.
Un par de insultos ya vencidos.
Prendas de vestir que huelen a anacronismo.
El último cigarrillo que tocaré.
Mi nuevo sol violeta.
Apuntes con voces militares.
Algunas amistades (otras llevo y otras van al lavarropas).
Mi identikit dentro de cinco meses (el tiempo dirá si es apócrifo o no).
Algunos mundos incorpóreos.
'Rayuela' de Cortázar, entre otros.
La puerta donde el pasado se mezcla con los viernes.
Palabras fútiles que sirven como amuletos.
El amor tibio y sincero del hogar.
Los climas cambiantes de la soledad.