31.1.08

Karma

En tu mano comía tieso
como un gorrión enjaulado,
el viento me hizo a un lado
y me eché a vivir el cielo.
Conocí nubes diáfanas
que elevaban la tormenta,
la que en tus ojos alimenta
el deseo de las sábanas.
Me buscaste con violencia,
por luceros de la noche
encontrando mi reproche
en el hueco de mi ausencia.
Al extrañarme, gritaste
mi nombre desde lo bajo,
ya tu grito no me atrajo
y volé sin responderte.
El hado quiso enseñarte
el valor de lo que es propio,
que no creas que el oprobio
está lejos de tu suerte.
Ves, hoy miro yo de arriba
desde el ápice soleado
cómo comen de tu mano
los gusanos, mi saliva.

Funeral

Como el cordón de montañas
se impone sobre la lontananza,
en las flexiones de tu voz opaca
el infinito encontró su límite.
Como el gorrión sin espejos
que retoza sobre su no-tiempo,
las notas que tu boca lanzó
bailan en la pista de entierro.
Será que tu noche me cohibe
pensar en la larga muerte,
o quizás mi propia suerte
me impide ver tu noche ciega.
O es el son de tus cadenas
el que oculta tu hado inmóvil.
No sé, ya no hay un principio
desde que el fondo del abismo
se vio resuelto en la fachada
de un pozo casi enterrado.

24.1.08

Lluvia de verano

Ya te lo he dicho
bajo una lluvia
de verano:
Sos una espina
clavada en el pie
de mi tiempo.
Y lo repito,
bajo la misma lluvia,
bajo el mismo verano:
Sos una espina
clavada en el pie
de mi tiempo.
Y ni esta lluvia
ni este verano
ni mis palabras
acabarán hasta que yo
no me haya curado
de tu mirada espinosa.

Muerte de río

El verbo condicional
que conjugo en tu boca
es el canto
de mi sueño ciego.
Es la noche
que los días recorta
la que pide sin mutarse
el deseo de tu encierro.
En el vuelo de raíces
se exacerba la ambición
por los grillos y las gotas
que se alzan al primer vuelo
que mi sexo les susurra.
Y es tanta la lozanía del gesto
que se vuelve radical
en la negrura,
en el beso que en tu boca
ha muerto,
en los bosques que silencian
tu descanso.
Es el frío de los ríos
el que lleva mi relato
y el flucutar de sus aguas
es quien pide tu desato.
Duerme hasta mi noche póstuma,
hasta el corte de mi canto,
ten mis brazos como tumba
y mi llanto como manto.

El lago

Por la espalda fue. El frío de Ginebra penetró su saco y sus carnes, espaldas y labios, derramando en distintas proporciones un poco de agua de río de sus cuerpos. Ella atajó con uno de sus dedos la gota de sangre que indecisa bordeaba las comisuras de su boca, miró el cuerpo vencido y jadeante que moría y engendraba al mismo tiempo su crimen y lo empujó con suavidad, con el impulso cortez de sus manos finas, hacia el lago taciturno en donde él depositó su mirada última. El silencio del parque fue cortado por el osado chasquido que el agua emitió al impacto de la carne sobre ella. Guardó la navaja en su gabardina azul y miró hacia el cielo. La noche estaba sola. Ella quizo ver su obra, firmar su memoria con la imágen del lago invadido por el muerto. Lo escrutó y sólo pudo notar su rostro reflejado sobre el agua mansa. Un grito insitó la queja de los pájaros que pernoctaban en el parque.
La noche vio la imágen, vio cómo él y sus gemidos se perdían entre los árboles sibilantes y cómo ella era devorada por el espejo de agua donde se reflejan las estrellas.

12.1.08

Inutilidad

Perdón.
A veces soy inútil,
inmóvil creo verte.
Sin embargo,
puedo escribirte.
Y vos soñás
riendo
mientras caes rodando.
Perdón,
es que estoy ahogado
en mí,
lo admito.
En el sueño
veo que caigo rodando
hasta un río
inmóvil.
Admito que esto
de poder escribirte
es inútil.
Sin embargo,
a veces creo en mí.

8.1.08

Poesía muerta en la pupila

Y caí del avión en el momento en que me diste de beber poesía en la vorágine de sábanas que cubría nuestros cuerpos. No eran letras de cama y luces de vela, más bien sentía cómo aquel otro ventanal abierto se desinhibía desde la lejanía como si se tratase de una boca sideral con intenciones de devorarse la noche entera. La brisa volaba suave por la otra cama y con mi mano trazaba una imágen con otros dedos que tenían otro aroma, podría decir a nube perlada o a sal en agua recién pasada por el crisol de su pupila, que no es tuya al no ser mía, digamos que pertenece a esa imágen que tantas veces he masticado y amoldado a mis deseos y frustraciones, y ésta, maleable y sumisa, cambió tanto sus barrios y cornisas que terminó siendo irreal pero perfecta. Cuando la luz de tu poesía se apagó al hacer contacto conmigo, me di cuenta de que estaba podrida, que tu poesía muerta estaba manchando las sábanas que me cubrían mientras la otra navegaba en vela desde lo alto de mi memoria y, con su pupila ubicua, se deslizaba por los arrabales de mis sentimientos más deshechos.
Y entonces te vi desesperada tratando de atravezar mi coraza de quietud con palabras taciturnas y fluctuantes, y cuando entraste en razón e inferiste que era una misión inútil, también notaste la presencia de la pupila gigante que nos veía celosa desde algún sitio metafísico. Lloraste con ella, usándola de escudo, como el arma infatigabe que dió vida a tu fracaso y la usaste, te abrazaste a ella para volar hasta la sima de mi inconsciencia pero su brillo te cegó los pasos y caiste en una negrura perdida, abandonada, en el lugar de los residuos del pasado.
Giramos nuestros cuerpos para que nuestras espaldas se unan, formando dos arcos cóncavos sobre una superficie blanda como dos imánes de polos negativos sobre el mar, y así nos despreciamos trazando una tregua entre nuestras miradas al ubicar la vista en distintos huecos oscuros del cuarto y dormir sin que la pupila se preocupe de alguna futura osadía de parte nuestra.
Al despertar, ninguno de nosotros estaba al alcance del otro. Separados por mundos y moléculas fielmente concatenadas sobre el colchón que nos sustentaba, decidí levantarme sin hablarte para luego mirar desde la ventana hacia algún lugar inalcanzable, hasta el punto en donde lo azul se confunde con lo no azul, y así atravezar con mis ojos la distancia y las palabras que nos separaban, buscando ser la pupila omnipotente que escruta su cuarto. Debía lograrlo antes de que sus ojos den el primer destello del día. El sol salió antes que yo.

5.1.08

S/T

Hay un sueño estrecho
que lleva de nombre
mi adiós.

En la mañana él asoma
con su noble fulgor
y desdobla la brisa
de un suspiro feroz.

Hay un pasaje gris
que no puedo recordar
al pisar.

Allí estampé una gota
en la noche de poesía
mientras un canto esgrimía
una lucha por la oda.

Está tu ala perdida
en el fondo de mi ojal
sin fin.

Y no interesa el confín
del aroma del morbo,
lo que quiero es huir
de tu mancha de cosmo.

Un gesto flota opaco
por las garras frías
de tus ojos.

Hay un sueño manso
que en mi paso seco
ya no tiene nombre
ni se ve de lejos.