5.11.08

Un perro porteño

Me buscaba
entre las extremidades
que había olvidado sobre mi cuerpo.
Mi mano derecha
mostraba un círculo perfecto,
sin piel y diminuto.
Por él caminaban insectos
que salían y entraban
de la cueva epidérmica;
yo introducía un dedo
y los aplastaba
uno por uno
contra la carne de mi palma.
Luego, con la ayuda del pulgar
extraía sus cuerpos llanos,
sin vida,
y los miraba con extrañeza.
Mi pierna izquierda
presentaba un principio
de elefantiasis,
los flancos inflamados
hundían al hueso
en una oscuridad tenue.
Yo estaba maravillado
y con una leve congoja.
Algo estiraba uno de mis párpados
hacia un costado de mi cara
y un horizonte cortaba
su brillo en mi pupila.
Tengo la curiosa suerte
(o misteriosa desgracia)
de jamás soñar con espejos.

2.11.08

Vladimir Maïakovsky - Amo (fragmento)



..............................
Por lo general es así


Cada nacido viene dotado de amor,
pero el trabajo,
las ganancias,
en fin, todo eso,
terminan por secar el suelo amoroso.
El corazón lleva puesto el cuerpo,
el cuerpo la camisa.
Pero no es suficiente.
Alguien
estupidamente
se ponía puños falsos
y se regaba las pecheras con almidón.
Al envejecer se cambia de opinión.
El hombre gira como un molino
de acuerdo al método de Müller.
La mujer se maquilla.
El cuerpo se llena de arrugas.
El amor florece,
florece
y se marchita.

19.10.08

Implícitas diatribas al prurito

El nudo
que envuelve y desangra
áridas capas de piel
asfixia el estertor
de la noche fértil
en desdobles y revanchas;
alaridos de la guerra
ceñidos en un suave crepitar
se disuelven
en el corto espacio
donde resuena mi queja.
La silueta de la noche
entra en mi recinto
y trasluce su nueva veta
de antihistamínica fragancia
que sosiega mi límite,
la palestra donde se baten
contiendas feroces
y fugaces
entre un rubí inusitado
y aquello que sin cuerpo
tiene su grito vedado.


***


El extraño ensaya
escondido en nervaduras
de los campos de mi mano
el nudo rápido que avanza
sobre mi garganta inerme
donde azorado se anida
el frágil canto del ayer.
La espesura nocturna
lo acomete decidida
con la cálida caricia
que antecede a toda tregua
y al rozar al otro atisba
los albores de su ruina
galopando por su piel.

12.10.08

500 años

En el ojo, su destino
que perdido se ha alejado
del pasado y el ocaso,
del oprobio y el olvido.
Todavía se ilusiona
con la tierra que es su tierra,
con los dones de la guerra
y ese sueño que aún espera.
Ella sabe que lo suyo
fue opacado de blasfemia
que la honrosa madre tierra
lleva herido su hondo orgullo.
El perdón no serviría
para atenuar los insultos,
a los muertos, a los suyos,
a la añorada ambrosía.
Mira ausente la ventana
que se esconde en la neblina,
en el velo que obnubila
la quietud que da el mañana.
Se lamenta en sus sonidos,
en el llanto que desangra
su canto, infausta arma
que enarbolan los vencidos.

9.10.08

Silencio - Eugen Gomringer


Poema concreto.




S/T

búhos atisban
su ámbar profundo
y tácitos miran
sus ojos de luto
tocan distantes
impávidos grises
y en su calma atizan
un ritmo asfixiante
que baila la nada
en mudos enseres
que búhos limitan
que búhos sostienen
y nadie los quita
se ven padecer
el aire perdido
en casa del ser
parece tomada
arraigan mis pies
que sobre la nada
se dejan torcer
errante les grito
y ellos no ven
la angustia infinita
que brinda el no ser
usurpan la casa
y escrutan lo que
era yo antes
y ya no seré

6.10.08

Caemos

Cae el cielo nocturno
y hecho pluma se ahoga
entre escamas de almohada.
Caen peces fugaces,
mundos de centellas,
hordas de oropeles.
Cae el piélago hecho tapiz
sobre mi piel de lluvia
y derrumban juntos
el viento de hojarasca.
Caen trozos de noche
entre sábanas de sal
y visten desnudos
nuestros cuerpos de luna.

5.10.08

Expediente propio: patología de la mediocridad

Una carabana de signos
atisbo al borde
de un médano lejano.
La brisa que dejé
borró mi lengua.
Me hundo sobre el negror
de una caverna ciega
y reniego en barbarismos
la suerte ausente
que ya no comprendo.

***

Penetro en la decadencia de la noche,
decaigo en la soltura del sueño
y rearmo los vacíos,
dispongo de mi espacio
para saborear el negror,
el sentimiento fugaz
del tiempo ausente,
deshago las costuras
para librar aquello
que la cicatriz
ceñirá
sobre mis manos.
Y de nuevo
mis anhelos se anidan
en pesadillas
por adorar aquello
que no posee nombre.


***

Ríe un niño
de órbitas huecas
entre pasos
que a un río llevan.
Piensa en formas mundanas
y, sin quererlo, revela
su utopía nocturna.
En las sombras de su noche,
famélica
su suerte se presenta
y lo invita
sosegada
a retomar sus pasos.
El niño bebe ahora
las luces que en su sueño
debían ahogarse.



***

Escucho voces que retozan
por las finas tripas
de una noche
perdida entre instántes
mágicos de olvido.
En su silencio,
hacinadas sobre muros,
aún cantan
cómo el polvo
de fatales yerros
sigue flotando
sobre el aire
que la gente respira.


***


Entre el cielo espeso,
denso y gris
ella espera una gota
que la transmute
en nube.


***


Vida: Melodrama, melodía mohosa de la virtud mitigada por el corsette de angustias que solito se teje.

Giro copernicano

____el objeto

___________-...._tiempo

____el obje

___________-_....espacio

%%%el ob

%%%%%%%%.causa

%%%el

%%%%%%%%efecto:

%%%%%%%%%%%%%%yo
:
:
:
:
:
:

4.10.08

Lento

Lento en la solvencia
sobre criptas del otoño,
lento en la marea
que se encona en vendavales,
lento en la sumisión sutíl,
en las risas que el barro acopla,
lento va el devenir de las copas.
Lento cae el alba incesante
sobre lontananzas de alfeizár,
lento el colibrí se desdobla
como toda pluma en el aire.
Lento en las liturgias sedentarias,
lento en la costa de los mares
que recuestan su playa grave en las olas.
Lento en el destino de adobe,
como las manos que lo malean,
lenta la hora que dictamina
la muerte lenta que ahora implora.

1.9.08

Un reloj pronto a negar su noche y letras aburridas se dibujan entre ellas

--..............n
...........'......... /'
.......s........ ¡./.....o
.................!/...........
.......
e.................c
........................
................h




confía en la nada
o.................... p
t......................é
l........que........ r
u........tu......... f
c.....mirada..... i
o......rodea .....d
o....................a
j ....................d
e ...................e
u ...................l
q ...................e
s ...................s
o ...................p
b ...................e
l ....................j
e ...................o
áraleved on euq
-



-------------..e mientras su lágrima c
------------..b ................................a
------------.u ..................................e
El gorrión s




.... .e . ... j
C ........ ...... ..a
---á.. r.. p.. a
P ... .pup ......do
P ..... ila.... ......do
---á ..r ..p. a.....L
-----------.--.--.a á
------------.-.--m. g
------------....---ir

30.8.08

Teeteto vuela

Teeteto
hundido
en las huellas de su sombra
sentado
en los extremos nocturnos
de un sueño
levanta
sus ojos de poeta
y se jacta
de romper letras
y augurios
con su vuelo

25.8.08

Síntesis

Negarse en presente
y ver cómo
debilmente
el borde corre
su boca del dintél
y cómo el espacio
desborda en fulgor,
en amalgamas
de puro destello blanco
y piras del futuro
que incineran
largos pasos perdidos.

19.8.08

Bisontes

En el cenit del plenilunio
caían aves de piedra
que estrellaban su canto
entre arrullos de viento
y coplas de barro.
Ilusas figuraron
dávidas prometidas,
enjaedazas
por el llanto
de la dulce perla hundida
entre lenguas de la noche.
Levitaron en deseo
por la gracia prometida,
y al rozar
la suave línea
renunciaron a su anhelo.
Es que vieron a bisontes
bordeando el lunar blanco,
en carabana
trotando
hacia el lugar en donde
lloraba la luna.

12.8.08

Bajo el jacarandá

Tomé la falleba y de un giro violento pude sentenciar cualquier contacto con el resto de la casa, con ese resto culpable de las palpitaciones presentes, las palabras hondas y precipitadas que Juliana me dedicaba con los ojos húmedos luego de arrojarla sobre la cama del abuelo, sobre la cama que en esos mundos que creábamos en las tardes infantiles de verano era una isla libre de amenazas y tiburones, nosotros nos tomábamos de los brazos y forcejeábamos como gladiadores para desterrar al otro y condenarlo así a una muerte onírica, a mandíbulas hambrientas que nos miraban con ojos pardos y malévolos (así yo los imaginaba, nunca le pregunté a Juliana cómo veía a los tiburones) que esperaban el ruido seco que hace un cuerpo al impactar contra el suelo para devorar nuestras risas o las injurias que generaba un golpe fuerte en la cabeza o alguna artimaña inmoral del vencedor. Juliana yacía en esa cama, en la cama donde murió el abuelo tantísimos años atrás, que el tiempo y la desidia habían dejado intacta. El conjunto del cuarto era una imagen minimizada del recuerdo engendrado en mi niñez, las dos sillas de ébano hechas en Damasco que el bisabuelo compró en un mercado de pulgas de Bajada Grande, la biblioteca repleta de libros de aviación, de psicología conductista y una edición antiquísima de la Real Academia; la pequeña repisa donde estaba el tocadiscos que el abuelo me prestaba para escuchar un disco de los Beatles que le robé a Miguel. Las paredes, que fueron blancas y ahora las teñía un rubio ceniciento, acobijaban herméticamente los gritos que Juliana estampaba por todo el cuarto, entre el pelo alborotado que ocultaba sus ojos de porcelana hundida en leche, en la voz estridente que suscitaba un pedido, un llamado ininteligible a los dones de la casualidad, a la posible duda del trágico destino que auguraban mis manos, las manos que con suavidad arrojaron el pelo de Juliana hacia atrás dejando al desnudo su cara, las magníficas formas que el temblar de sus labios dibujaban en el aire, el blancor de su piel azorada, la liviandad de sus ojos para trasmitirme que todo estaba figurado, que había entendido los signos que anunciaban la trascendencia ontológica de ése instante.
Juliana vivía a dos casas de la mía y por las tardes nos quedábamos horas inventando historias, muchas de ellas emulaciones de radionovelas que escuchábamos la noche anterior. Íbamos al jardín de casa, alumbrado siempre por los tonos violáceos del jacarandá, y bajo su sombra interpretábamos las aventuras que nuestra imaginación y memoria iban creando en forma dialéctica, siempre con un final enamorado, con un contacto entre las dudas e insipientes exclamaciones que suscitan en los albores de la vida, eso que ambos deseábamos sin comprender, el movimiento temprano y exquisito del goce y el amor. Juliana corrió mi mano con violencia, con el ímpetu feroz que fluye en la sangre amenazada y tomando una almohada ocultó las perfecciones de su cara. Otra vez los gritos rebotaron por el espacio cerrado y la estridencia de su voz los hacía insoportables. El verla sufrir a Juliana siempre fue un ataque, el quiebre de cualquiera de mis días sosegados, era volver a la noche en que confesó su proyecto de irse a estudiar medicina a Buenos Aires, al nudo insoslayable que roía mi garganta desde que era chico, a esa noche en que el nudo debía desatarse para regurgitar el sinfín de vuelos idílicos que había imaginado con ella a mi lado y así forzar la supresión vital de la duda y el miedo a ser sepultado por el único y perfecto ideal de mi juventud. No, Juliana; esa noche no pude, sólo dejar que te vayas en silencio y ver tu andar de espaldas, cada vez más lejana, más intocable y diáfana en esa distancia de abismo, concentrada en las desconocidas costumbres porteñas. Ibas a olvidarme, olvidarías el patio a la tarde y la sombra del jacarandá, el viaje de quinto año a Misiones, las pesadas noches de estudio en tu cuarto, la isla y la mirada de los tiburones, la pequeña fantasía que sólo juntos y en silencio comprendíamos y creábamos. Juliana se retorcía y se entrelazaba a las sábanas de la cama del abuelo, comenzaba a patalear con furia y debí abrazarla con firmeza para que quedase quieta. Su pelo se desplegaba en mi boca, haciéndose difícil culpa de esa pelusa salivosa susurrarle al oído las hebras antiguas que de a poco iban saliendo por la garganta, endulzando el esmalte de los dientes y, atravesando el paladar, se desprendían luego de estar encerradas por tantos años. Las emociones de esos días de juventud comenzaban a traslucirse finalmente en palabras, en dulces melopeas que viajaban por las filas de aire hasta rozar el borde de su oído. ¿Cómo no había pensado en que volvería, que la magia que conjugábamos juntos iba a desaparecer en la distancia, en mis noches solapadas por la soledad? Ahí estabas, con mi boca que degustaba la calidez de un manojo de cabellos tuyos, otra vez atada a esa bondad que siempre fue tuya, que durmió tantos años en mi carne esperando el contacto placentero con tu cuerpo; ahí estabas, tratando de girarte, de ver la amalgama mineral que recubría tus ojos y hacerte entender que todo había concluido, que nada había que esperar ya; ahí estabas, otra vez mostrando tu espalda, renegando en llanto, sin sentir la profundidad de mis caricias y el deseo de ver tu cara iluminada por el fin, con tu fina espalda que ciñe la hermosura y marca esa distancia, el espejo que no quiere ver su propio reflejo, otra vez aparecía el Ford blanco y tus valijas y esas cartas que nunca llegaron a mis ojos. ¿Porqué entonces el llamado y la necesidad de regresar? ¿Para qué la diabólica intención de volver hasta aquí y mostrarme otra vez tu espalda, Juliana? Pero estás acá conmigo, la doctora entrerriana y el eterno peón de campo, los dos de nuevo bajo el jacarandá, esta vez nocturno y de seda, que da sombra a los gritos y a una mano que sumerge las delicadas formas de las travesías de palabras adentradas en un sueño, de la procesión magnética que velaba noches enteras bajo la soledad inocente de una cama y lágrimas violentas, deseos que oscuros pueden concretarse, usando el vacío que la distancia transforma en una venganza de la piel, la ignorancia y la locura que los años entrenan escondiéndose entre muslos junto a la inicua forma de transustanciar la poesía en una desenfrenada movilidad de la carne, en la gloria magnífica de un sueño corrupto.

7.8.08

Desreme

Me velo, me revelo, me desvelo;
me nuevo, me renuevo, me desnuevo;
me uso, me rehuso, me deshuso;
me veo, me reveo, me desveo;
me hago, me rehago, me deshago;
me tiro, me retiro, me destiro;
me creo, me recreo, me descreo;
me vivo, me revivo, me desvivo;
me tomo, me retomo, me destomo;
me limpio, me relimpio, me deslimpio;
me ato, me reato, me desato;
me vuelvo, me revuelo, me desvuelo;
me duermo, me reduermo, me desduermo;
me torno, me retorno, me destorno.

30.7.08

El enemigo - Nelly Candegabe

Avanza como el aire
entre los tamarices.
Destruye la quietud de los ríos.
Siembra abismos en la noche
llena de árboles quebrados.
Corrompe la piel dulce de los campos.
Está detrás de mi sombra.
Cohabita con mi sueño.
Soy yo misma.

29.7.08

Preludio del sueño eterno

El preludio del sueño,
la hojarasca como tapiz
ungido en tonos marmóreos y grises.
Ausentes las palomas de su campo de plomo azul,
escondidas entre el plumaje muerto de los árboles;
la plaza sedienta de arrullos y flores
abre sus dedos al velo de la noche.
El cielo desilachado
se enreda en las pestañas.
Una negra estrella
se dibuja en la circunsferencia clara
que muestra la oquedad del párpado.
El astro se extiende y desaparece
en lo ínfimo,
en el inexorable quiebre del ahora.
Las aves de piedra continúan en silencio
y sueñan con un hombre
que las mira y sucumbe.

23.7.08

Velo

Velo por el llanto
que en el cuarto garúa
y las reminisencias
del sueño enterrado
donde vimos la noche
creada por el gorrión
fecundo de presente
y mágicos arrullos.

Velo por los albores
de melancólico rubor
y hacedores de sombra
que relamen en soledad
los azares relegados,
por la desidia cabal
que me ha embriagado
y arengó por tu partida.

Velo por las impaciencias
de este hoy ahora
y ese recrearte instintivo
que la ausencia bien logra,
por el escenario de goces
que nadie ha pisado
desde el canto lúgubre
del ave oscura y final.

Velo por dejar de padecer
ese cuadro perfecto
que condena al sueño
a una cajita de música
donde suenan melopeas
embriagadas de gorrión
que, al no verte conmigo,
olvidarán su dulce danza.

Velo por la cruda sed
que por entero cesará
al sentir la suave brisa
que alentarán la puertas
y su abrir de par en par
más el verte a vos detrás.
Los destellos me dirán
que no quedé dormido.

19.7.08

Ya es de noche

Ya es de noche,
las pinceladas de la tarde
se han escondido en los faros
que se postran arriba mío.
Ya es de noche
y los ojos se abren
como dos lunas desnudas
de delicada quietud.
Ya es de noche
y la marea de luz
se resuelve en el chasquido
que un fósforo pregona.
Ya es de noche
y las estrellas florecen
sabiendo que son flores
de eterna primavera.
Ya es de noche,
las baldosas cantan
sobre todos esos pies
que acarician sus cabezas.
Ya es de noche
y la soledad del día
ha cubierto de silencio
a su nueva companía.

Fragmentos para sobrevivir al eterno domingo

Por mi inocente pregunta,
dos relojes disonantes
mantienen una discusión infinita.

**

Estrellé mi nave de hojas.
El cenicero cristalino sonrió
al darle estrellas y universo.
Luces dispersas hubo sobre su cuerpo
hasta la sentencia final del viento.

**

Las oquedades del alba
rugen su venganza
cuando el sol exangüe
baja su amplia guarda
de sabor ceniciento.

**

Su sombra fue un gorrión de hueso
obstinado en cantar al unísono del cisne.

**

Tras los pasos de la muerte,
un niño mordía su sombra.

**

La hoja,
transustanciada
en gorrión
cantó
junto al viento
y la noche
y un pájaro
que pedía
no morir
solo.

**

Destruyamos la poesía,
cada una de sus letras
y libremos el aire,
esos miles de gorriones
de pluma que inventamos.

14.7.08

El destino de los héroes

Al franquear las magníficas puertas del santuario, el calor sofocante que cubría la tierra délfica fue apaciguado por acción en aparencia divina (y es extraño pensar que el dios Sol se ausente en su propia morada), permitiéndole a Ulises disfrutar por vez primera del aire dulce que cubre el desierto vacío. El rey de Ítaca, asombrado por la bruma solemne que lo envolvía, escuchó un nimio suspiro proveniente del fondo obscuro del templo. Cuando su mirada empezó a acostumbrarse a la falta de luz, pudo divisar las formas laxas y carnales que contenían la escencia del dios. La pitonisa, de rodillas, balbuceaba una plegaria al dios Apolo en tonos muy bajos, coqueteando por momentos con el silencio. Ulíses se acercó a la anfitriona del oráculo e infló su pecho con el heróico ahínco que caracteriza a los seres supremos. - ¡Mensajera de Apolo! ¡Pitonisa sagrada cual luz ígnea que Zeus tonante envía con su rayo! Si digno soy de ello, te pido que contestes mi pregunta. Si acaso todo lo puedes ver, saber y comunicar con tus sabios signos, suplico que me respondas lo siguiente ¿Nuestro próximo triunfo sobre Troya será gracias a las manos divinas del monte Ida o a aquellas que, cubiertas de sangre y sudor, arranquen el alma de cada troyano que procure combatirnos? El silencio se hizo dueño del santuario. La pitonisa se mantuvo quieta, de rodillas y con la cabeza gacha. Lentamente enderezó su cuello, fijó su mirada en los augustos ojos de Ulises y dijo: -Esa duda será tu victoria y también tu suplicio. Al escuchar la respuesta, Ulises, confundido, le dió la espalda y se marchó lentamente del santuario sin confrontarla ni agradecerle.

13.7.08

Intermezzo

Y sentí la brisa
suavemente,
el rubor de las hojas
en las ventanas del ayer.
Y luego del respiro,
suavemente
pude despertar.

Abandono

Desde un sueño fui advertido
por un grito anónimo parecido al trueno
sobre lo que mis ojos vieron siempre,
sin ver más que un punto ciego.
El tazón del café está vacio
y ninguno de los dos pudo advertir
la cruda herida que padecía añeja
en el gaznate de nuestros albores.
Las persianas no se abren
y la luz se filtra por sueños íntimos;
no preguntamos dónde están nuestras mejillas
cuando se apagan las armas del pudor
ni cuál será la hora entre los mil relojes
que rozan exangües números dispares.
Han cesado los cambios del hogar,
los ruidos y las noches de luna,
todo muta en amargo ceniciento,
en cadenas que pueden callar
las voces ígneas del puño cerrado.
Ya no hablamos de abedules
ni trazamos las líneas del futuro patio,
abandonamos las glotonerías de cama
por el insípido jugo del sabor ajeno.
El televisor huele a simbiósis,
heterogénea pero sin quebrarse,
incapaz de lacerar mi despecho
al mudarlo de imagen con dedos de rama.
Desde el cuarto escucho tu grito
que la resonancia hermética amplía;
ignoro si va dirigido al teléfono negro
o si es un soliloquio que el abandono
debe extirparse desde la soledad oscura.
¿Cómo conciliar el sueño ahora
si, ya despierto, me susurra que no ha mentido?

26.2.08

Un ensayo de Romeo

(La calle, habitada por una soledad que miraba una ventana abierta a la noche)

Había alguien dentro,
detrás de esas paredes:
El sueño mismo,
la espera y su fin.
Asomó el humo,
el ansiado cigarrillo.
Miré su sombra
y cómo ella vestía
las formas oníricas
que se decían inmortales.
Debería improvisar una línea
concisa y livana, plumífera.
Con las manos unidas y cóncavas
me dispuse a gritar
y elevar así la súplica
hasta el ventanal.

(Silencio)

Una luz efímera
junto a una brisa
que disipó el humo
supieron desnudar la sombra.
No hubo frase.
No era ella.

(Desde una ventana abierta a la noche, una soledad miraba una calle deshabitada)

21.2.08

Rutina

La línea que vivo,
la luciérnaga ciega,
la noche ulterior
a las mil y una,
el sueño, la bahía,
las hojas, el acero,
la nieve de quien mira,
las ventanas, el eco,
la zozobra, el miedo,
las pasiones, el recuerdo,
los mares, el delirio,
la angustia y el estío.
La luz, el mediodía,
el café, la fatiga,
la vorágine y su sol,
el sudor, la espera,
las manos, el bostezo,
las cosas que no digo,
el papel, la familia,
el reloj, los suspiros,
los amigos, la partida,
la soledad en la caída,
el desvelo y la rutina
que gira,
gira,
gira.

18.2.08

1 + 1 = 1

En el aire sintieron la brisa floreada que su aleteo repartía por los puntos por donde pasaban, como si la cola invisible de un cometa rozara la estela de otro y juntas formasen el cruel aroma del sexo. Cruzáronse por lugares cercanos, por coordenadas inaprensibles en donde coincidieron las fuerzas de sus movimientos y así, fueron sorprendidos por el ardor que dominaba su vuelo para luego apaciguarlo en el estallido de un abrazo, en la cópula entre alas, girando desorbitados sobre los espacios de la habitación, estrellándose contra las paredes rugosas, las patas de mi silla, el vaho de un cigarro, para dar por fin con el albergue perfecto: el recoveco ideado por el azar que nacía en el relieve de una hoja doblada y su contacto con un libro de gramática, formando una cueva privada, una habitación oscura en donde su leve imaginar pudo hacer despertar la naturaleza dominada por el puro deseo. Copularon como su libro innato dice, con las formas inmortales que las especies se inculcan en lamemoria de su cuerpo. En ese instante supieron lo que es ser hombre, gorrión y tigre. Dudo que pueda hablarse de amor. El contacto y los movimientos eran novedades en sus cuerpos, nociones dormidas que jamás habían sido solicitadas despertaban envueltas en la pasión feroz que tiñe el nacimiento de los seres. Se aceleraban, juntos creaban un cuerpo nuevo con un tiempo nuevo también, una dinámica de fuerzas que no podía pertenecer a un sólo sujeto; las pasiones se alimentaban y los calores pasaban por fuego, por espadas que esperan huir de la fragua ardiente, que necesitan estallar en un gemido de lujuria, en sensaciones que sus formas nunca supieron experimentar. De pronto, algo estalló y se perdió en el aire, el nuevo ser había sido demasiado. Rendidos, con las fuerzas suficientes para abandonar la cueva, trataron de marcharse para que otra nueva casualidad les brinde algo necesario, sea alimento o descanso. Dejaron de desearse y trataron de separar sus cuerpos para que cada uno continúe con lo suyo, pero cuando uno trató de llevarse la parte que había introducido en el otro, dio con la sorpresa de que no podía recuperarla. Intentó desligarse con suavidad un buen número de veces, con la sutileza que enseñan los años de aprendizaje, pero no había caso. Lentamente, la desesperación supo tomar su ánimo y comenzó a usar todas sus fuerzas para despegarse de su compañera. Ella, despreocupada en un principio, no entendía porqué su compañero tardaba tanto en dejarla libre, en soltar su cuerpo y permitir su vuelo lejos de esa cueva. No quería lastimarla, sólo deseaba poder separarse, sin embargo cuanta más fuerza él hacía para librarse, más era el dolor y la desazón de verse igualmente atrapado. Creyó que querían retenerlo para formar de nuevo esa dinámica, esa vorágine de sensaciones que ya no quería experimentar; creyó que ella contraía sus músculos para tenerlo como esclavo, para renacer el fuego que ya era ceniza. Ella comenzó a creer lo mismo. Las fuerzas por librarse empezaron a nacer en ambos, trataron de volar en direcciones opuestas y de combatir uno contra el otro para que el yugo inexistente se quiebre. El odio resplandeció como una hoguera nocturna, de la misma manera que antes habían creado la luz ahora los cubría el rencor por el otro. Eran dos esclavos de sus cuerpos pensando en la inocente manera en que habían confiado su cuerpo a un otro tan malévolo, pero algo había fallado, algo que no podían controlar. Aparecieron los movimientos por la supervivencia, la guerra entre ellos, la atención a los descuidos y los tironeos repentinos que trataban de sorprender las fuerzas represivas del otro. Peleaban dando giros improvisados en el aire, sus cuerpos unidos se mezclaban en la cueva oscura, sus patas y alas trataban de rechazarse pero no había caso. Ya eran uno. Tras un buen puñado de tiempo de batalla inútil, quedáronse quietos sobre la mesa, dentro de la cueva lóbrega que ahora tomaba las formas de una tumba, ya sin fuerzas para seguir combatiendo y con la nimia esperanza de que el destino se apiade de su fatídico presente. Inmóviles, mirando hacia direcciones perfectamente opuestas, esperaban su salvación en su muerte. La muerte de uno traería el sosiego de ambos, uno se hundiría en un descanso eterno, el otro podría librar su cuerpo y echarse a volar. Atentos sobre el presente del otro, esporádicamente movían sus antenas para explicar que la rendición era lejana. El hambre comenzó a traducirse en dolor, sumado con el cansancio tortuoso que sufrían sus miembros. La vibración de las antenas se fue mezclando con los espasmos que auguran el inminente final, con el suspiro que la muerte va depositando en la boca de quien agoniza. Cada vez más separados por la quietud, los movimientos pasaron a ser mínimas muestras de vida que aparecían y acababan como un destello en la cruda noche. Una parte del nuevo cuerpo no volvió a dar señales. La paz había acometido para una de las mitades y la otra, con un fulgor escondido que su amor por la vida le otorgó, tiró con todas las energías que la nueva esperanza le había dado. La desazón fue criminal, estaba atrapado a un muerto. Esa esperanza última que se apagaba provocó el descreimiento definitivo, la fría resignación que espera la eternidad del sueño. Depositó los restos de su fe en algún ser extraño que quizás podría aparecer y desprender la condena que llevaba detrás suyo. Las antenas volvieron a vibrar, esta vez para darse a sí mismo una prueba de vida. Debía pensar en las antenas, que no dejaran de moverse, que algo vendría a salvarlo pero sin las antenas en vano sería, que el movimiento era su vida y su vida se basaba en el movimiento. De pronto, ya no hubo recuerdo ni antenas ni movimiento ni dos cuerpos que supieron volar; tan sólo un ser engendrado por la pasión que proyectaba su sombra inerte sobre las hojas de un cuaderno.

12.2.08

Efímera

Fuiste tan pasajera, ya olvidé tu voz. Han quedado en mí el recuerdo de brisas naturales de algún verano torrencial que sufrí en la infancia; el perfume que ayer usaste, en absoluto. Sin embargo, estaba tan feliz ayer por haberte recorrido, por inventarte en una fantasía y hacerte a mi antojo, moldeandote como a una Venus de fango fresco. Me sentía inmensamente aliviado al apreciar el botonito que colgaba de tu oido y se enredaba en tu pelo, imaginando que podría abrocharlo en mi camisa para que mis latidos formen parte de los tuyos. Fue todo tan efímero, como un chasquido perdido en algún desierto blanco, como una vida dentro de mi vida. Cuando franqueste la puerta de tu casa, separándo así nuestras existencias, olvidé enteramente toda nuestras palabras, tus sonrisas, tus zapatos. Conservo el resabio de pensamientos gastados, usados y antiguos. Algo en mí había funcionado esas horas, pero la distancia de nuestras voces hizo que todo acabe en ese instante. Fuiste un soplido, un viaje en colectivo interino, y sin embargo, sin recordarte, no te olvido.

Octubre 2007

11.2.08

Insomnio

Bajo el humo de un cigarrillo
que esta noche no debió morir,
me devora el lento devenir,
la duermevela que no fue sueño,
las maravillas que aún espero
y aquellas que dejaré partir.
Las formas se dibujan solas,
para que cese el crudo hastío
quiero dejar de engendrarlas
y luego herirlas dentro mío.
Soñar quiero en el sueño presente
y que la luz sea mi principio,
que el despertar sea precipicio
de los vaivenes del inconsciente.
¿Quién me saca de este sitio
que se agita en el insomnio?
¿No será que el mismo odio
alimenta el tibio asilo?
Al dejar estas letras sin dueño
volveré al recinto donde abro
la simple verdad de la que hablo,
esa que sabía ya de niño:
al pensar la vida como un sueño
Calderón no caía en el delirio.

6.2.08

Vomito

Vomito.
Omito.
Mito.
Mío.
Mí...
¿tí
o mí?
Mito mío.
-¿O timo?
Timo mí.
-¿Motivo?
Tí, mí.
-¿Tí, mí? ¡Mito!
(Omito)
-¡¿Tí, mí?! ¡Mito!
¡Voto, voto tí, voto mí! ¡Voto mío!
- ...Timo, mito...
¡Voto motivo mí tí!
...
...

Vomito mí.
Vomito tí.
Vomito, mito mío.

El ayer que dejó de ser ayer

Escapá, hundite en tus sábanas de tiempo,
en los ojos que dejaron de ser tuyos.
Escapá en tu miedo al miedo,
en los fríos pies de la derrota.
Tuviste mi pasado entre las manos,
ahora te envuelve el olvido,
el oprobio de ser una máscara
que cubría la cicatriz del amor lacerante.
Esas palabras que estancadas
mordían los ríos de la angustia
hoy tiñen el piso de una cocina,
hoy son seca carne de invierno.
El ayer me ha perdonado
y un nuevo ayer es ahora,
una pluma y una brisa
y en la lontananza un sol tibio
que reclama mis pasos.

Luna llena - L. Lugones

Insensible a la desventura
Del encanto y del pote rotos,
Por los ámbitos más remotos
Tiende su impávida blancura.

Y ensayando en la frágil chica,
A pleno azul sus papelones,
Implacable con los rincones,
En su gaceta lo publica.

4.2.08

Cosas que dejo en el freezer

Un muerto que ignora su muerte.
Una semilla envuelta en un pañuelo a pintas.
Una lágrima perdida que no tuvo porque nacer.
Un par de insultos ya vencidos.
Prendas de vestir que huelen a anacronismo.
El último cigarrillo que tocaré.
Mi nuevo sol violeta.
Apuntes con voces militares.
Algunas amistades (otras llevo y otras van al lavarropas).
Mi identikit dentro de cinco meses (el tiempo dirá si es apócrifo o no).
Algunos mundos incorpóreos.
'Rayuela' de Cortázar, entre otros.
La puerta donde el pasado se mezcla con los viernes.
Palabras fútiles que sirven como amuletos.
El amor tibio y sincero del hogar.
Los climas cambiantes de la soledad.

31.1.08

Karma

En tu mano comía tieso
como un gorrión enjaulado,
el viento me hizo a un lado
y me eché a vivir el cielo.
Conocí nubes diáfanas
que elevaban la tormenta,
la que en tus ojos alimenta
el deseo de las sábanas.
Me buscaste con violencia,
por luceros de la noche
encontrando mi reproche
en el hueco de mi ausencia.
Al extrañarme, gritaste
mi nombre desde lo bajo,
ya tu grito no me atrajo
y volé sin responderte.
El hado quiso enseñarte
el valor de lo que es propio,
que no creas que el oprobio
está lejos de tu suerte.
Ves, hoy miro yo de arriba
desde el ápice soleado
cómo comen de tu mano
los gusanos, mi saliva.

Funeral

Como el cordón de montañas
se impone sobre la lontananza,
en las flexiones de tu voz opaca
el infinito encontró su límite.
Como el gorrión sin espejos
que retoza sobre su no-tiempo,
las notas que tu boca lanzó
bailan en la pista de entierro.
Será que tu noche me cohibe
pensar en la larga muerte,
o quizás mi propia suerte
me impide ver tu noche ciega.
O es el son de tus cadenas
el que oculta tu hado inmóvil.
No sé, ya no hay un principio
desde que el fondo del abismo
se vio resuelto en la fachada
de un pozo casi enterrado.

24.1.08

Lluvia de verano

Ya te lo he dicho
bajo una lluvia
de verano:
Sos una espina
clavada en el pie
de mi tiempo.
Y lo repito,
bajo la misma lluvia,
bajo el mismo verano:
Sos una espina
clavada en el pie
de mi tiempo.
Y ni esta lluvia
ni este verano
ni mis palabras
acabarán hasta que yo
no me haya curado
de tu mirada espinosa.

Muerte de río

El verbo condicional
que conjugo en tu boca
es el canto
de mi sueño ciego.
Es la noche
que los días recorta
la que pide sin mutarse
el deseo de tu encierro.
En el vuelo de raíces
se exacerba la ambición
por los grillos y las gotas
que se alzan al primer vuelo
que mi sexo les susurra.
Y es tanta la lozanía del gesto
que se vuelve radical
en la negrura,
en el beso que en tu boca
ha muerto,
en los bosques que silencian
tu descanso.
Es el frío de los ríos
el que lleva mi relato
y el flucutar de sus aguas
es quien pide tu desato.
Duerme hasta mi noche póstuma,
hasta el corte de mi canto,
ten mis brazos como tumba
y mi llanto como manto.

El lago

Por la espalda fue. El frío de Ginebra penetró su saco y sus carnes, espaldas y labios, derramando en distintas proporciones un poco de agua de río de sus cuerpos. Ella atajó con uno de sus dedos la gota de sangre que indecisa bordeaba las comisuras de su boca, miró el cuerpo vencido y jadeante que moría y engendraba al mismo tiempo su crimen y lo empujó con suavidad, con el impulso cortez de sus manos finas, hacia el lago taciturno en donde él depositó su mirada última. El silencio del parque fue cortado por el osado chasquido que el agua emitió al impacto de la carne sobre ella. Guardó la navaja en su gabardina azul y miró hacia el cielo. La noche estaba sola. Ella quizo ver su obra, firmar su memoria con la imágen del lago invadido por el muerto. Lo escrutó y sólo pudo notar su rostro reflejado sobre el agua mansa. Un grito insitó la queja de los pájaros que pernoctaban en el parque.
La noche vio la imágen, vio cómo él y sus gemidos se perdían entre los árboles sibilantes y cómo ella era devorada por el espejo de agua donde se reflejan las estrellas.

12.1.08

Inutilidad

Perdón.
A veces soy inútil,
inmóvil creo verte.
Sin embargo,
puedo escribirte.
Y vos soñás
riendo
mientras caes rodando.
Perdón,
es que estoy ahogado
en mí,
lo admito.
En el sueño
veo que caigo rodando
hasta un río
inmóvil.
Admito que esto
de poder escribirte
es inútil.
Sin embargo,
a veces creo en mí.

8.1.08

Poesía muerta en la pupila

Y caí del avión en el momento en que me diste de beber poesía en la vorágine de sábanas que cubría nuestros cuerpos. No eran letras de cama y luces de vela, más bien sentía cómo aquel otro ventanal abierto se desinhibía desde la lejanía como si se tratase de una boca sideral con intenciones de devorarse la noche entera. La brisa volaba suave por la otra cama y con mi mano trazaba una imágen con otros dedos que tenían otro aroma, podría decir a nube perlada o a sal en agua recién pasada por el crisol de su pupila, que no es tuya al no ser mía, digamos que pertenece a esa imágen que tantas veces he masticado y amoldado a mis deseos y frustraciones, y ésta, maleable y sumisa, cambió tanto sus barrios y cornisas que terminó siendo irreal pero perfecta. Cuando la luz de tu poesía se apagó al hacer contacto conmigo, me di cuenta de que estaba podrida, que tu poesía muerta estaba manchando las sábanas que me cubrían mientras la otra navegaba en vela desde lo alto de mi memoria y, con su pupila ubicua, se deslizaba por los arrabales de mis sentimientos más deshechos.
Y entonces te vi desesperada tratando de atravezar mi coraza de quietud con palabras taciturnas y fluctuantes, y cuando entraste en razón e inferiste que era una misión inútil, también notaste la presencia de la pupila gigante que nos veía celosa desde algún sitio metafísico. Lloraste con ella, usándola de escudo, como el arma infatigabe que dió vida a tu fracaso y la usaste, te abrazaste a ella para volar hasta la sima de mi inconsciencia pero su brillo te cegó los pasos y caiste en una negrura perdida, abandonada, en el lugar de los residuos del pasado.
Giramos nuestros cuerpos para que nuestras espaldas se unan, formando dos arcos cóncavos sobre una superficie blanda como dos imánes de polos negativos sobre el mar, y así nos despreciamos trazando una tregua entre nuestras miradas al ubicar la vista en distintos huecos oscuros del cuarto y dormir sin que la pupila se preocupe de alguna futura osadía de parte nuestra.
Al despertar, ninguno de nosotros estaba al alcance del otro. Separados por mundos y moléculas fielmente concatenadas sobre el colchón que nos sustentaba, decidí levantarme sin hablarte para luego mirar desde la ventana hacia algún lugar inalcanzable, hasta el punto en donde lo azul se confunde con lo no azul, y así atravezar con mis ojos la distancia y las palabras que nos separaban, buscando ser la pupila omnipotente que escruta su cuarto. Debía lograrlo antes de que sus ojos den el primer destello del día. El sol salió antes que yo.

5.1.08

S/T

Hay un sueño estrecho
que lleva de nombre
mi adiós.

En la mañana él asoma
con su noble fulgor
y desdobla la brisa
de un suspiro feroz.

Hay un pasaje gris
que no puedo recordar
al pisar.

Allí estampé una gota
en la noche de poesía
mientras un canto esgrimía
una lucha por la oda.

Está tu ala perdida
en el fondo de mi ojal
sin fin.

Y no interesa el confín
del aroma del morbo,
lo que quiero es huir
de tu mancha de cosmo.

Un gesto flota opaco
por las garras frías
de tus ojos.

Hay un sueño manso
que en mi paso seco
ya no tiene nombre
ni se ve de lejos.