19.7.08

Fragmentos para sobrevivir al eterno domingo

Por mi inocente pregunta,
dos relojes disonantes
mantienen una discusión infinita.

**

Estrellé mi nave de hojas.
El cenicero cristalino sonrió
al darle estrellas y universo.
Luces dispersas hubo sobre su cuerpo
hasta la sentencia final del viento.

**

Las oquedades del alba
rugen su venganza
cuando el sol exangüe
baja su amplia guarda
de sabor ceniciento.

**

Su sombra fue un gorrión de hueso
obstinado en cantar al unísono del cisne.

**

Tras los pasos de la muerte,
un niño mordía su sombra.

**

La hoja,
transustanciada
en gorrión
cantó
junto al viento
y la noche
y un pájaro
que pedía
no morir
solo.

**

Destruyamos la poesía,
cada una de sus letras
y libremos el aire,
esos miles de gorriones
de pluma que inventamos.

No hay comentarios: