23.12.07

S/T -1-

I

En la vorágine de cemento y noche que estamos acostumbrados a pisar, se perdía mi soliloquio entre las innumerables variables que circulaban cerca mío, en la extensa avenida viciada en miradas abandonadas de distintos cuerpos agitados y estólidos. Sin buscar ser algo, mi carne era una de las máculas que cubría los cielos apagados, los cielos obnubilados por las nubes pasajeras, los cielos alumbrados por el ascua de mi cigarrillo. Ningún acontecimiento, ninguna acción lejana a mis obligaciones podía importarme, todo pensamiento que podría llegar a surgir en mí estaba atravezado radicalmente por el tiempo y la ignominia: 'Estoy llegando tardísimo, me van a reputear'.
Era sábado y era noche, debía viajar hacia los arrabales de la ciudad. Era de esperarse ver pasar a todos los colectivos atiborrados de cuerpos húmedos que volvían a sus casas luego de una noche de teatro en la calle Corrientes. Los colectivos parecían grandes monstruos con varios ojos trasparentes que cubrían cientos de ojos pequeños tras ellos, ni un suspiro de más cabía dentro, haciendo que pasen de largo en cada parada, haciendome llegar más tarde aún, haciendo que mis nervios y preocupaciones se multiplicasen cada vez que un 7 terroríficamente hacinado pasaba delante de mi desesperanzado cuerpo ya resignado a los múltiples ademanes improvisados con la intención de llamar la atención del chofer. Luego de media hora, cansado y entregado a mi cuasi-eterna agonía, me separé de la multitud que aguardaba furiosa la llegada de un colectivo bondadoso y empezé a caminar por la avenida con la esperanza de encontrarme con una brisa suave y vital que me permitiese volver a respirar tranquilo por un puñado de minutos. Busqué por los limbos de las luces tiritantes y pasajeras de los automóviles, por los soles efímeros y multicolores que desfilan por las calles camaleónicas, por las imágenes claras de amor citadino, sentimientos que los hombres siempre sintieron de igual forma, hoy transustanciados en palabras osadas y modernas o en manos ligadas al andar. Pensé en Celeste mientras encendía un cigarrillo. Miré hacia el cielo apagado y descubrí la soledad que me rodeaba en varios kilómetros de tiempo, en meses y meses de frío seco, de camas muertas sobre gemidos huecos que no tienen la fuerza necesaria como para ser recordados al día siguiente, tampoco para detener mis pasos solitarios. Pensé en Celeste y en cómo ella no estaba mientras la nombraba y en cómo no escuchaba mi anhelo de tocarla en la brisa fresca que al fin vino desde mi suspiro, desde el desahogo de deseo trabado en mi cuerpo. Otro 7 pasó frente mío, en realidad frente a mi cuerpo, porque yo estaba en otro lado.

17.12.07

La reunión

Tras las dádivas del silencio, uno de nosotros (no recuerdo si fui yo, el alba o alguno de mis compañeros) levantó la mirada y escrutó con antojo la escena milagrosa que estábamos atravezando alrededor del símbolo de fuego. Alguien hizo el ademán de hacer efectiva la comisura de sus labios, deteniendo su movimiento al confirmar que el lenguaje se había perdido en el esplendor de la hoguera plástica. Las pupilas multicolores empezaron a cruzarse mudas, impermeables de sentimientos o de interés hacia otro fulgor u otro objeto. Un crisol de luz no tangible derritió los ojos de cada uno, mezclándolos sobre el monocromo lumínico del fuego frío y mudo. Una mano que en ese instante fue todas las garras, alas y memorias de los tiempos se enarbolaba pesada, retraída por la voluntad del viento y sus designios, para darle muerte al dios apócrifo. Un suspiro tajante y efímero reveló el miedo húmedo que supo enroscar nuestros cuellos, creo haber visto en el ojo ubicuo una lágrima profunda. La mano que fue hacha, piedra y espada cayó con la fuerza del universo sobre la deidad profana, el impacto provocó la implosión de los dones y esperanzas que el fuego inmóvil nos había inspirado. El dios deshecho volvió a ser plástico, mi boca fue de nuevo boca y mis ojos, míos y pares. Uno de nosotros (no recuerdo si fui yo, el dios vengativo o mi angustia) dijo que habíamos destruido la poesía y el amor de un tiempo, la breve cosmogonía ágrafa trazada sobre las líneas invisibles del viento, sobre el agua turbia que corre por una infame esquina del barrio de Once.

10.12.07

Ragnarök - J.L. Borges

En los sueños (escribe Coleridge) las imágenes figuran las impresiones que pensamos que causan; no sentimos horror porque nos oprime una esfinge, soñamos una esfinge para explicar el horror que sentimos. Si esto es así ¿cómo podría una mera crónica de sus formas transmitir el estupor, la exaltación, las alarmas, la amenaza y el júbilo que tejieron el sueño de esa noche? Ensayaré esa crónica, sin embargo; acaso el hecho de que una sola escena integró aquel sueño borre o mitigue la dificultad esencial.

El lugar era la Facultad de Filosofía y Letras; la hora, el atardecer. Todo (como suele ocurrir en los sueños) era un poco distinto; una ligera magnificación alteraba las cosas. Elegíamos autoridades; yo hablaba con Pedro Henríquez Ureña, que en la vigilia ha muerto hace muchos años. Bruscamente nos aturdió un clamor de manifestación o de murga. Alaridos humanos y animales llegaban desde el Bajo. Una voz gritó: ¡Ahí vienen! y después ¡Los Dioses! ¡Los Dioses! Cuatro a cinco sujetos salieron de la turba y ocuparon la tarima del Aula Magna. Todos aplaudimos, llorando; eran los Dioses que volvían al cabo de un destierro de siglos. Agrandados por la tarima, la cabeza echada hacia atrás y el pecho hacia delante, recibieron con soberbia nuestro homenaje. Uno sostenía una rama, que se conformaba, sin duda, a la sencilla botánica de los sueños; otro, en amplio ademán, extendía una mano que era una garra; una de las caras de Jano miraba con recelo el encorvado pico de Thoth. Tal vez excitado por nuestros aplausos, uno, ya no sé cual, prorrumpió en un cloqueo victorioso, increíblemente agrio, con algo de gárgara y de silbido. Las cosas, desde aquel momento, cambiaron.
Todo empezó por la sospecha (tal vez exagerada) de que los Dioses no sabían hablar. Siglos de vida fugitiva y feral habían atrofiado en ellos lo humano; la luna del Islam y la cruz de Roma habían sido implacables con esos prófugos. Frentes muy bajas, dentaduras amarillas, bigotes ralos de mulato o de chino y belfos bestiales publicaban la degeneración de la estirpe olímpica. Sus prendas no correspondían a una pobreza decorosa y decente sino al lujo malevo de los garitos y de los lupanares del Bajo. En un ojal sangraba un clavel; en un saco ajustado se adivinaba el bulto de una daga. Bruscamente sentimos que jugaban su última carta, que eran taimados, ignorantes y crueles como viejos animales de presa y que, si nos dejábamos ganar por el miedo o la lástima, acabarían por destruirnos.
Sacamos los pesados revólveres (de pronto hubo revólveres enb el sueño) y alegremente dimos muerte a los Dioses.

La casa nueva

¿Y qué puedo decirte entonces, amigo? Ya habrás escuchado un sin fin de imprecaciones producidas por un sin fin de bocas y moléculas de aire que se aglutinan en la vanguardia del tiempo ¡Pero que mal que las usan esos perros al llenarlas con vacío de tinta o de letra! Vos hacete el distraido mientras yo me callo la boca (e ignoro si estoy usando de manera incorrecta las partículas de aire en este momento) ya que recorriste los arrabales de las sillas sin perderte de vista, entraste en la urbe y sentaste cabeza moviendo las piezas de lo que estaba ya escrito. Y eso, creo, merece el respeto de los perros del tiempo, de la tinta indeleble, de mis brazos ardientes que rodean tu espalda, del aire infinito que se carga en mi boca, de lágrimas rojas que escapan al sueño. Pero che, no te la creas, no digo verdades a cuentagotas (me encantaría pero viste, las partículas...), hacé vos la tuya y virá con el viento que yo mientras escruto con esmero la nueva pintura que descansa en tus paredes.

Seno de cielo perlado

Arriba seno de cielo perlado,
no pretendas hoy el infinito
ni las comisuras del olvido
que mi boca quiere atraparte
antes que la noche pregone
el tierno consuelo de tu óbito.

Entre la estela rosa alojada
en la pálida seda de durazno
que cubre tu suelo de llanura
y mi pueril y mundano deseo,
hay una línea de letras rotas
que tiñen tu vestido de negro.

No dejan deslizar mi labio
por la curva fina de tu boca
sin cubrir mi hálito espeso
con la mácula misma del ocaso,
mezclandose el sabor del beso
con el tieso ruego del amargo.

Y surge en el éxtasis extremo,
pletórico de óbice y deseo,
el barcaje ínfimo del barquero
que debe llevarte al otro lado
y al moverte fría, yo azorado
despierto y veo que es sueño.

4.12.07

Vivonoser

Hoy no soy mi rojo beso,
ni la pluma de una estrella
ni caricia de mi verso
ni la fe de verte en ella .

No me pidas que te hable
de la falsa compostura,
de sonrisa que figura
en el fondo deseable.

Hoy me siento verdadero,
bien ardiente como diablo
descifrando con esmero
la manera en que te hablo.

Y así no quiero disfrazar
la callada lozanía,
la elegante cobardía,
que a la noche veo pasar.

Yo te vendo fantasía
y vos con ojos de azafrán...
¡No, no me convencerán
tus arrumacos de arpía!

¡Ay, alma mía comprenda!
¿Quién te podrá convencer
que soy yo el vivo no-ser
que querés para tu vida?

3.12.07

La luna de la señorita P

Premisas Instructivas:

Apretalo.
Apétalo.
Pétalo.
Pealo.
Peal.
Pea.
Pe.
P.

Metalenguaje:

Apretalo hasta dejarlo solo, que sea corajudo y que soporte sin ayuda lo que él me hizo sufrir. Yo ya te expliqué como brilla mi luna y juro que si la recuperás todo el polvo blanco de la primera noche será tuyo. Ahora, vos ayudame a devolverle un poco del mundo apétalo que me impuso ese zángano en aquellas noches de huidas escabrosas. Liberalo de su angina de pétalo feliz y pealo hasta que se ponga manso. Vos no te aflijas mucho, sus nuevos amiguitos lo iniciaron en el vino y en las drogas bravas hace rato así que vos dale para delante nomás que el que antes era un vivo bárbaro hoy está medio peal. Cuando lo veas te vas a avivar que el muy malhadado
vive como si estuviese en pea constante sin importarle ya la presencia de la luna que me robó. Te pido que le devuelvas todas las que me hizo, pegale duro a ese timador de cuarta. Igual acordate, antes que nada quiero que recuperes mi luna pálida de pe a pa y cuando el muy sinverguenza esté en lo oscuro y sin nadie que lo cubra ni lo proteja, no se te ocurra llevartelo al rincón del sol sin antes darle el más sincero pésame por parte de la señorita P.

2.12.07

Disculpas

Dejemos el olvido en el olvido, me dijiste. Creo que hice lo necesario para acatar tu orden y la mía, que por cierta casualidad o influencia era la misma. Sin embargo, el olvido rebelde quiere traducirse en presente cuando por ejemplo paso casualmente por algun recoveco de tu barrio que sigue siendo mi barrio en las calles del pasado y entonces el olvido se hace presente naturalmente, aparece de nuevo la escena de esa esquina compartida en la que decidimos tocarnos por vez primera, que casualmente es la misma en la que corríamos a los gritos odiando el invento que juntos empezamos a crear y deshacer en ese sitio. Así que disculpame vos y también pido disculpas a mí mismo, pero me es imposible, tan imposible como para vos debe serlo, no puedo dejar el olvido en el olvido como si se tratase de un viejo libro, el muy hijo de puta es como un líquido que siempre se cuela por algún agujerito de sí mismo y desafía a cualquier novedad de los sentidos. Disculpame por enterarme que las cicatrices tienen motivos, que el arte es engrendrado, que mis manos fueron cuatro y que todavía huelen a carne mansa mía y tuya.

Entendémino

Nunca deposites un ojo en el devenir, menos un ojo claro y luminoso como con el que soles insolar mi crisol de piel. Te lo digo porque la pérdida flagrante de luz se trasluce recién en alguno de los acientos del libro-diario de los suspiros últimos. Es un desatino en las olimpíadas de las estrellas el depositar lo puro en el vacío, algo así como el hurto de existencia por parte de un fracaso a la esperanza toda. Despedazada por un pozo, tan caído como casual y vituperante, es igual a la maldición de todo un pueblo a una escoba suicida, a una caida sin remedio ni salida. En vano sería descansar tu ojo en mis perlas al azafrán, menos aún si el sol brillante se tiñe en tu sonrisa que se licúa de deseo al ver sus rayos sin cuerpo, sin vuelta, firmes a su escencia de recuerdo ectoplasmático. Es que, te digo, los ectoplasmas son copias y figuras que retozan sobre una imágen hermosa que nunca llegan a ser y desean tener la misma grupa del arquetipo de ellos mismos. Son tan mentirosos los arquetipos, más imperfectos son al ser ectoplasmas de fantasmas de retratos de muertos, y entonces, verás, si un ectoplasma desea ser el arquetipo de un ectoplasma que en definitiva es él mismo, da vueltas sobre su misma imágen quieriendo adentrarse en lo que ya es. En suma, no sabe que el ya es perfecto por sí, como tambíen ignora que es lo falso perfecto, una costilla de gorrión asfixiado que desnuda desfila por los vientos que coquetean con las hojas de un árbol mudo. Pero qué vamos a estar hablando de tu ojo o nuestro ojo o de mi ojo de ectoplasma o 'comolequierasllamar' si es tan débil el párpado que lo sostiene que no puede evitar cerrarse en todo amanecer ¿Acaso no ves?¿Podrías decirme en qué momento te sentiste atravesada por un as de fulgor rojo y vivo?. O mejor, decime en qué segundo te sentiste hablar desde mi voz o ver desde mi falso ojo, o ser desde mi no-ser. Ya lo verás, ya lo estás viendo... Todo es tan trucho, cosa mía, todo es tan trucho.

8.11.07

Nada se supo.

Entre ellos
había poemas
y silencios.
Nada más.
Podían anochecerse,
abstencerse,
florecerse
y separarse.
Entre ellos
había un capullo
y una primavera.
Y ellos
eran uno
y el otro
en el uno,
como uno
era el otro
en el otro.
Eran eso
y nada más.
De pronto
uno se absorvió
a un mundo
que no les pertenecía
ni a uno,
ni al otro,
ni a ambos.
Y nunca
nada se supo.

28.10.07

Ruido (Grito)

La luz de estas palabras
será el ruido.

Aunque suenen afables
o las forme sedosas
y maleables.

Estas,
de ningún modo
son palabras.

Es el canto
de una sirena
pretrificada.

Al ser un estallido,
una emoción
detonada.

Que trata
de entenderse
con signos.

Es un sonido
diplomático,
civilizado.

Que no pierde
en ningún momento
su escencia de ruido.

Ataviado en letras
articuladas,
apócrifas.

Es la tristeza
bailoteando
en una fiesta.

Que intenta reir
con sus pasos
sibilantes.

Y queriendo
ser melodía,
no deja de ser ruido.

Y este ruido,
más bien,
es un grito.

Un grito angustiante
que se desliza
por una hoja.

Que al ser inefable
trata de hablarse
a sí mismo.

Y al leerse,
ve que no puede
hablarse.

Sin embargo,
esto que leen,
es un grito.

Escrito
en una de las infinitas
páginas de la angustia.

Que podrían todas
parafrasearse
en un ruido.

Y ese ruido
sería
un grito.

Y éste
es
el mío.

J.J.L.

La perfidia de los días
que no oscilan en callar
a las bocas pigmentadas
de palabras que se caen,
con un grito que despierta
la blasfemia militar.

Se levantan de sus limbos
y alimentan sus entrañas
con los jovenes mancebos
que denostan la alimania
acaeicada en los inviernos
de sonrisa libertaria.

Estampan sus anhelos
entre rejas de metal,
mutan ellos en lamentos
que desean murmurar
los dolores en sus cuerpos
que se ahogan en el mar.

Buscan sus ojos aquellos
que los vieron sollozar
y encuentran enterrados
en la negra inmensidad
a las aves luchadoras
que buscaban libertad.

Y en este siglo 21,
nadie puede disfrazar
las infamias cometidas
a la nimia humanidad
por los buitres despiadados
de la Junta Militar.

Pero amigos míos,
no podemos descansar.
Una nueva fechoría
nos obliga a preguntar:
Presidente de argentinos
¿Cómo que un desaparecido más?

26.10.07

S/T

El fuego sereno
se postra elegante
en las fauces mohosas
de la noche pensante.
En pasos callados
de pequeñas andantes
de chatitas humildes
sobre el fango maleable.
Se desploman ciegas
en el sucio calvario
de la etérea mesura
del eterno santuario.
Y se tienden alegres
en la calle helada,
mirando el fulgor
que recubre la calma.
Ya sabrás, amiga
si el alba ataca
los pliegues vacíos
de tu cama chata.
Será un día nuevo,
aire fresco en vida,
cuando el fuego queme
tus tenues pupilas.

21.10.07

Confesión

A esas mujeres que piensan que los hombres somos un calvario de esperma, les escribo para informarles que son víctimas de una ignorancia infinita. Concebimos el amor como la forma máxima de expresión de espíritu, nos enroscámos en él como víboras trémulas que intentan ahogar al destino. Somos idealistas como perros moribundos que anhelan una presa mansa caída de los cielos y deseamos al rozar sus labios, saciar el vacío que llevamos dentro. Buscamos nuestra dueña en cualquier cafetín o esquina de la ciudad y al divisar una moza, la imaginamos con atavíos que encierran nuestra idea de perfección. Nos caemos rendidos ante una mueca etérea y nos tiramos al piso para escuchar el sonido de sus zapatos golpeteando la vereda, deseando que alguno de sus pasos lleve inscripto nuestro nombre. Creemos con fervor en milagros, sin embargo, somos máquinas que urden planes infundados que terminan en fracasos repetidos, en recuerdos reprimidos en lo obscuro del deseo. Nos desviamos de cualquier camino para recojer el aroma que regalan al aire, para enredarlo en nuestras ideas y llenar cada cosa con su presencia. Vamos navegando como botellas vacías en un mar de vino, degustando con nuestros sentidos cada pieza de artesano y al tocarlas, deseamos contenerlas en nuestro cuerpo cristalino. Mutaríamos en luciérnagas para alumbrar sus noches quejumbrosas, deseamos guiarlas hasta sus casas y despedirlas con un suspiro titilante, para luego perdernos en la noche con nuestra luz verdosa, sin siquiera haberlas besado. No podríamos concebir nuestra existencia si no tuviesemos en mente que un día, el arte del azar nos regalará una hembra esclavizante, que con su yugo avasallante nos obligue a besar el ápice de su lengua, para después, rendidos a sus pies, acobijarnos en su cama como perros de una reina.
Ahora que sus prejuicios fueron derrumbados con la sinceridad más pulcra y se han enterado de que somos niños enamorados, tengan piedad de nosotros y no nos fulminen con miradas o palabras cuando la casualidad nos junte. Es mentira que sólo deseamos liberar nuestra fiebre sexual sobre sus cuerpos, sino que fantaseamos tanto con su amor, que creemos estar soñando con nuestra Luna de miel al tenerlas desnudas sobre una cama.

20.10.07

Gran familia

El día en que la tierra
sea teñida en nuestras pieles,
el color de sus pinceles
será dado a carne muerta.

El día del sol ausente
llegará con nubes negras,
y perdiendo nuestra selva,
los museos serán plazas.

Y seremos los culpabes
o, más bien, la gangrena,
porque somos la bacteria
de este mundo malhadado.

Tenemos el yugo astral
y hacemos que el planeta
se asemeje a la sirena
que agoniza sin su canto.

¿No es infausto el perro
que se aflije por sus males?
¿No seremos animales
de un infamia celestial?

Entonces, nuestra estrella
es pocilga de planetas,
de seres flacos que pasean
su miseria por el patio.

¿Cuán excelso puedo ser
en un cuerpo mendicante?
¿Será este mundo gigante
también pulga de otro ser?

¿Será la garrapata víctima
de minúsculos parásitos
que intentan tomar ávidos
un lugar en el poder?

Somos una gran familia
con microbios y con astros,
somos todos como hermanos
que distamos en tamaño.

16.10.07

Resignación

Un río bañado en gotas
de sal diáfana y pura
se desborda sin clemencia
sobre cuencas de hermosura.
Al igual que mi joya,
que llora en el vacío
los dolores de sus horas,
la agonía del estío.
Se lamenta por sus días,
por lo gris de sus vestidos,
las cadenas de sus piernas
no han frenado sus latidos.
Se pasea por pasillos
de trampas inextricables
deborando con sus ojos
sus recuerdos imborrables.
Creo que quiere buscarme,
que recuerda la promesa,
la que juntos convenimos
en los días de inocencia.
Grita mi nombre herido
y realiza una plegaria
que retumba en los oidos
de su vida solitaria.
Ignoro donde me paro,
disculpame, estoy perdido.
Tampoco llegaré esta tarde
a guiarte en el camino.
Y esta tarde será eterna,
ya lo hemos entendido,
resignemos nuestro sueño
y apostémos al olvido.

15.10.07

Je ne sais pas français

No vas a verme
en versos limpios de Flaubert,
ni a encontrarme
en los trazos de un Matisse.
No podrás hallarme
en las letras de Balzac,
ni tampoco escucharme
en la boca de Piaf.
No, yo no soy francés.
No canto francés,
no escribo francés
ni pinto en francés.
No, yo no sé francés.
Eso no me impide cantarte
como gorrión en París,
ni tampoco escribirte
como mi propia Sarracine.
No me limita a pintarte,
hacerte mi Mouchoir,
ni tampoco imaginarte
como Madame Bovary.
Puedo hacerte como quieras ser
sin saber una pizca de francés.

Soliloquio del individuo - Nicanor Parra

Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar leña,
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata,
Yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
Allí también grabé figuras,
Grabé un río, búfalos,
Grabé una serpiente
Yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más,
Yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
Allí encontré lo que necesitaba,
Encontré un pueblo salvaje,
Una tribu,
Yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
Figuras grababan en las rocas,
Hacían fuego, ¡también hacían fuego!
Yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
Contesté que no, que de allí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
Y empecé a trabajar con ella,
Empecé a pulirla,
De ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar,
Buscaba peces,
Buscaba diferentes cosas,
(Yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
Los truenos, los relámpagos,
Yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
Preguntas estúpidas se me venían a la cabeza.
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol;
Llegué a una fuente,
A una fosa en que se veían algunas ratas:
Aquí vengo yo, dije entonces,
¿Habéis visto por aquí una tribu,
Un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
Acompañado por otros seres,
O más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
Yo soy el Individuo.
Formas veía en la obscuridad,
Nubes tal vez,
Tal vez veía nubes, veía relámpagos,
A todo esto habían pasado ya varios días,
Yo me sentía morir;
Inventé unas máquinas,
Construí relojes,
Armas, vehículos,
Yo soy el Individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
Apenas tenía tiempo para sembrar,
Yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
Unas formas,
Crucé las fronteras
y permanecí fijo en una especie de nicho,
En una barca que navegó cuarenta días,
Cuarenta noches,
Yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
Vinieron unas guerras,
Tipos de color entraron al valle,
Pero yo debía seguir adelante,
Debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras,
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me hinchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡Árboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
Muebles, útiles de escritorio,
Yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
Rutas
Instituciones religiosas pasaron de moda,
Buscaban dicha, buscaban felicidad,
Yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
A practicar, a practicar idiomas,
Idiomas,
Yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
Sí, miré, qué digo, miré,
Para salir de la duda miré,
Detrás de unas cortinas,
Yo soy el Individuo.
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.



Nota: Después de varios meses y por una casualidad sutilmente efímera, encontré Poemas y Antipoemas de Nicanor Parra en una de esas librerías de calle Corrientes pletóricas en libros antiguos, gastados, escondidos. Me había resignado ya a encontrarlo, pero el azar funciona así, de manera espontánea e impredecible.
Dios bendiga su desorden, señores libreros.

13.10.07

Gorrión

Gotas de gorrión en mi oido
suaves, irrumpen mi sueño.
Suspirando granizo bajo un roble,
me desvelo al escuchar su deseo.

Lluvia de sus cantos,
tímida, roza mis dedos.
En ella suplica a los vientos
que pronto ayude en su vuelo.

Danza la pluma en el sutíl desierto,
ataviada en marrón de corteza
suspicaz de ser próxima presa
de las ataduras de la fortuna.

¿Porqué tanto misterio, gorrión?
¿Acaso el aletear no te ayuda?
¿O el ser que te carcome no arrulla
como antes lo escuchaste?

Estrella maniatada

Si la soga avasallante
que subyuga a los diamantes
buscara desafío en la soledad,
no dudaria en imponerme,
sobrio, recio y fuerte,
a su latente autoridad.

Sin embargo, látigo celeste,
te empeñas en que dicha suerte
sea una espera en la eternidad,
afirmando los crudos lazos
y atando en tus soberbios brazos
a mi pueril guirnalda espectral.

Ofuscada toda luz
y enmohecido el calzado,
intento ya agotado imponerme,
con palabras más que dientes,
sobre los nodos que encadenan
nuestra estéril realidad.

Hijo celeste de olvidos presentes,
déjame apreciar tu libertad.
Libertad que mezclaría
las estrellas con los días,
la vigilia con la prisa
de conocerme un poco más.

Angustia

La angustia que me inmoviliza hoy la encuentro en tus pasos, no en tu quietud eterna. Al pensar en tus actos, invisibles para mí, te creo perfecta, te invento intachable. Y tal perfección se realiza en mi acto de ausencia, en mi conducta desdichada y cooperante. Te esbozo como la imágen lejana que tuve contigo, de aquel futuro compartido, pero ausente yo, presente otro. Un otro que te condena a una libertad ligera, a una pasión delirante, a la justificación de mi ausencia. Y yo, que pasivo admiro tu imágen risueña, me pregunto por la situación verdadera, la cual desconozco y a mi angustia no interesa, ya que ver desde mí tu boca serena es suficiente para darte vida y hacerte eterna. Eterna tu imágen, eterna mi angustia, eterna mi pena.

Igualdad

Desde el comienzo de mis tiempos, al menos aquellos que recuerdo, tus dedos desteñidos subyugan mi humor y lo manipulan a su parecer, haciéndolo crecer sin mesura dentro de una caja de fósforos, como también reduciéndolo al tamaño de un grano de sal en un vasto desierto nunca visto. Al querer apartarme de esta realidad golosa acurrucándome junto a un sueño, otra vez tu presencia resalta, naciente en la lontananza, para terminar coptando el cielo y opacando toda luz. Al sentirte omnipotente en todos mis mundos y deseos, busqué la manera de hacerte desaparecer, y al darte batalla pude ver como con un sólo soplido, podía provocar en tu ombligo un terremoto, y como cuando dos aeroplanos distraidos se besan, explotamos un número indescifrable de emociones, de calumnias, de maneras. Y al imponerse la fatiga en nuestros cuerpos jadeantes, caímos rendidos, risueños, enamorados, para mirar acostados la inmensidad que gira sobre nosotros, buscando en el espacio un punto que nos pertenezca a ambos.

Sincronismo

Fueron tres;
distintas,
redondas,
ensombrecidas.

No hacían una;
entera,
perfecta,
enajenada.

Devoré sus ojos;
distintos,
redondos,
ensombrecidos.

Y lloré los míos;
enteros,
perfectos,
enajenados.

Bebí sol en gotas;
distinto,
redondo,
ensombrecido.

Y escupí la luna;
entera,
perfecta,
enajenada.

¡Y es tan evidente!

Eras tan luna entera,
tan llanto enajenado.
Eras mis ojos redondos,
mi sol ensombrecido.
Mi Trinidad perfecta,
mi número distinto.

!Y es tan lúgubre!

No eras ojos ni sus gotas.
No eras sol, tampoco luna.
Eras nada, eras pura.
Eras tres y no hacías una.

Usanza

Te expliqué los juegos
y toda posible estrategema
que envuelve la luz humilde,
la llama a corto plazo,
el choque entre las piedras,
y cómo manipularla
para que no ofenda
la capa diafana
que recubre tus dedos.
Te dije dónde poner el fuego.
Al escuchar, de un suspiro
lo apagaste.

Noche de carnaval

Esa noche, los hados de la fantasía alentaron a los deseos bajos para que escapen de los sótanos inconscientes en donde residen, y así fundirse en la carne de los hombres.
El instinto, que conoce sobre la inexistencia de los deseos individuales, forzó a la totalidad de los ciudadanos a inundar las calles para permitir la libertad plena de sus miserias ocultas.
Vino, sexo, jolgorio; todo convergía en una mezcolanza de cuerpos movedizos que bailoteaban por las calles, en su mayoría desnudos, vociferando sonidos ajenos a todo diccionario. Olvidaron los prejuicios, las prohibiciones sociales fueron derribadas como también, y esto es lo más oscuro que tengo en la memoria, fueron abolidos los límites físicos, ya que cada miembro del cuerpo pedía saciar su sed de perversión y lujuria.
No podría asegurar si los hechos que asocio con esa noche son recuerdos verídicos o imágenes creadas por los innumerables excesos que mi cuerpo sufrió, sin embargo, narraré algunos de ellos para que puedan situarse en la libre piel de los que vivimos esa noche desatada.
Recuerdo a pedofilos hambrientos avalanzándose sobre las puertas de sus vecinitas, mientras inundaban los pasillos de un edificio con su semen saliboso. Antes de perder sus códigos morales, los padres encerraron a sus hijas en sus habitaciones y ellas, perspicaces y obstinadas, escaparon luego por la ventana con su falda más corta. Los senos besaban las bocas y los clitoris buscaban lenguas por callejones obscuros, como niños jugando a las escondidas bajo la luna.
Unos alcoholicos dormitaban sonrientes en las veredas alumbradas por faroles multicolores y, abrazados por la ebria noche, se cobijaban bajo el seno de algún compañero de farra, sintiendose libres de cualquier acusación moralista, más aún al tener un cura al lado copulando con una monja pasada en años.
Vi a un magnate implorandole con amargura a un empleado para que lo penetre y este, libre esa noche, le dió un escupitajo entre las cejas para luego arrojarse con vehemencia sobre el cuerpo jadeante de un dogo alemán.
Estas imágenes deben haber sucedido a principios de la noche al ser las más reales que poseo. El resto de ellas son incomprensibles, carentes de toda lógica y tengo todavía la esperanza de que sean falsas. Los cuerpos se entreveraban, se deshacían formando otros cuerpos, mezclas amorfas de carne se chocaban velozmente por los cielos, risas estruendosas e incesantes sin dueño mutaban en aromas y en colores que nunca había percibido. Las cosas tangibles se disfrazaban de sensaciones, era lo mismo un semáforo que un arco iris, las palomas eran libertad, los camiones eran pesadillas; las ilusiones también acometieron nuestro ámbito sensible.
Prefiero detener aquí mi letanía de hechos antes de convencerme a mí mismo de que todo fue un sueño. Si me preguntan porqué sucedieron estos acontecimientos, creo que fueron posibles porque todos sabíamos que a la mañana siguiente, los tacones de aguja volverían a tocarse con el agua que limpia las veredas matinales. Nada cambiaría y, de hecho, nada cambió. Fue una necesidad colectiva de deshacernos de todo lo que nos es vedado y guardamos dentro, incluso de nuestros deseos fantásticos limitados por variables físicas, las cuales creíamos no poder controlar. Hoy en día, tengo la certeza de que nadie recuerda cómo finalizó esa noche, sin embargo, sin importar lo que haya sucedido, nadie podría negar que esa noche fue una verdadera noche de carnaval.

Cortefín

Mucho ni para mí.
El peso anuló la balanza.
Demasiado si, no para todo.
Arrojamos la moneda a la nada.
Ni, voz sin saeta
que toca el cortefín.
Nada queda de mi canto
sin tu ni nasal
dento-alveolar
que se esconde
entre tus dientes separados.
Fuimos mucho,
mucho ni.
Fue mucho,
mucho ni para mí.

9.10.07

Minerva

Minerva de árida tierra,
deidad caida en miseria.
Libre en su inmóvil cuerda,
tácita relame la hiedra.

Relincha algo de blasfemia,
escancia sexo en toda copa
y a cada vil sorbo denota
su ahogo por no ser piedra.

Mientras juega en la llanura
lamenta el dejo del pasado.
Sus manos reinas de blancura
hoy aprietan formas de barro.

Lava sus senos en arroyos,
sucios lagos de terciopelo,
añorando con sed de meollo
oir el llamado de los cielos.

8.10.07

Ascua nimia

Vi un destello de luciérnaga en la repisa de mi cuarto. Una guirnalda dentada, la cola de un cometa. Ciega estela de brillo que roza los mares de blancura. Me rendí sin guerra, la tregua era una idea ridicula. Deseaba verla entrar por la puerta principal, mojada en jolgorio de trombones ebrios de admiración. Se dió paso por la entrepierna del deseo, derecho por la ruta de la desesperación. La chimeneita fue prendida por tal ascua. Rumbo norte tomó la nimia llama, hasta llegar al abismo de una pupila. Destelló en luz nuevamente y luego se tiró a dormitar entre dos páginas del Neruda de mi repisa. De pronto no hubo luz, fuerza ni movimiento. La quietud oscura del vacío inundó la habitación. Carne fría me rodeaba y era mi espesor sin calefacción. Me ha robado la llama del vivir un destello de luciérnaga. Abrí con ansias el Neruda invisible buscandola. Todas sus páginas estaban igual de apagadas. La noche entraba lentamente por mi boca y lamía mis cuerdas vocales con sus mil lenguas. "A la mierda con la luz vieja", pensé y comenzé a imaginar una nueva. La musa perfecta era aquella ladrona que huyó entre las letras de mi libro. Fueron segundos coptados por un deseo demencial, cuya consecuencia fue una invocación mágica. Frente mío estaba la llama. Entró sumisa por mi pupila, calentando de a poco todo mi interior, alumbrando de nuevo mi existir y a mi humilde habitación.
Aquella noche no comprendí este extraño suceso de la lucesita, hasta que en sueños posteriores, ella me explicó que tuvo la picardía de echarse una escapadita para chusmear el Neruda de mi repisa.

7.10.07

Tuyómio

En mi cama, claro tuya
hay un cuerpo no mío,
por ende, no tuyo
e intenta emular tu canto,
que es tan mío,
con soeces gemidos.
Fuma cigarros negros
no tuyos, claro no míos
y los acopia en mi cenicero,
que era tan tuyo
cuando acopiabas lo mío.
Al observar el no tuyómio,
entiendo que no hay cuerpo
y que tampoco hay cama
al no haber tuyómio.
No hay tiempo al no-tuyómio
ni espacio por no-tuyómio.
¡Son impensables sin tuyómios!
¡Soy no-ser en no-tuyómio!
Tuyómio inefable carbunclo.
Tuyómio rojo tinto.
Tuyómio ya extinto.
Tuyómio no olvidado.
No, ya-no tuyómio.
¡Ya-tuyómio-ya pido!
¡Necesituyomío!
No.
Ya-no-tuyómio.

4.10.07

Monedas

Nuestras bocas podían conjugar cada verbo del amor, como también cantar encomios en escalas de infinitas notas. No importaba la malicia de la lluvia o las gotas de sudor, éramos un uno entero e indivisible que no necesitaba nada del mundo, nos hubiésemos acostumbrado incluso a caer eternamente con la fuerza suprema del universo. Fuimos el arquetipo de la perfección de espíritu, eramos simple amor etéreo, ni siquiera necesitabamos labios o dedos para tocarnos, porque formábamos el mismo cuerpo.
Un día despertamos siendo una moneda, atrapados nosotros en caras contrapuestas y nos vimos obligados a luchar contra nuestro propio cuerpo para volvernos a juntar. Nosotros siendo palestra sufríamos los golpes justificados por el amor, hasta que provocamos una escición de materia y espíritu. No pudimos trasladarnos a una misma cara, ni siquiera volvimos a ocupar parte del mismo cuerpo.
Escuché que hoy das vueltas por el cielo como una paloma lozana que intenta comprender los misterios de la noche. En cambio, yo me encuentro atrapado dentro de los engranajes de una maquina expendedora, esperando que alguien me libere para salir a la calle, levantar la mirada y buscarte entre las nubes del cielo infinito.

3.10.07

Escupo

Escupo.
Puedo escupir
y escupirte
y tecupirte
y tecuparte
y cuparte
y ocuparte,
para luego copular.
Copular para luego
copularte.
Y así, ocuparte
y cuparte
y tecuparte
y tecupirte
y escupirte
y escupir.
Y por eso,
escupo.

Ojos amátis

Ojos estéreo.
Estereoscópicos.
Copicos blancos
alados en misterio,
de centro moreno
cetrino caribeño,
balsa con forma
de esfera profunda.

Un negruzco taciturno,
con centro obscuro y
áureos espejos,
hunden mis sienes
sobre el río padre
del parco reflejo
y escrutan mi yo
de extraña natura.

Denotan la seda maleable,
su fina textura;
hasta los hilos tejidos
de cada roja figura.
Descubren sus fallas,
su aciaga miseria,
al perforar los atavíos
que cubren a la bestia.

Desnudo el animal,
se retrae en las cavernas
para empezar a tejer
su nuevo traje de oropel.
En los mares llanos
como en la puna oscura,
se mitigan voces al oir
el danzar de ojos sin matiz.

2.10.07

Esto es... (Fragmento) - Irene Cerro Valero

Esto es bailar una danza absurda con el bolígrafo
sobre la pista blanca de una sala de baile.
Esto es defecar versos en la taza de un retrete.
Esto es la necesidad imperiosa de escribir cualquier cosa,
lo que sea, pero algo.
Esto es cagarse en la distancia y en lo colosal del mundo.
Esto es el acompañamiento a un canto triste y risueño,
un alegretto ma non troppo.
Esto es una plegaria al Destino
para que nos vuelva a unir otra vez.
Esto es una angustia constante.
Esto es un parto de letras,
un desembarazo de pensamientos-parásito.
Esto... qué sé yo...
es un echarte de menos,
un contínuo querer verte entre granadas
y canciones y sábanas y platos de ducha.
Esto es un viaje en metro
a la pequeña luna de tu rostro.
Esto es para nada o para todo.
Esto es un collage de sentimientos mal pegados.
Esto es vendarse los ojos y soñar.
Esto es un puñado de palabras despistadas
que intentan secuestrarme
del tedio de tu ausencia.
Y sin embargo, esto no es un poema de amor.
Esto no.


Nota: Mi propio sentimiento me obligó a recortar ciertas partes del poema. Algunos pueden considerarlo como un sacrilegio, mi sentimiento y yo, no. Al margen de eso, a las palabras de esta muchacha digo: Amén.

1.10.07

Amabocas

Una boca
con sed de ósculos
de otra boca
carne roja.
De festival con saliva,
de jolgorio caníbal,
de sexo en bocas tuyas
y mías.
Se tocan.
Al unísono ellas suenan
y danzan lunáticas
hasta acabar y blanquear
todo su estuario de sepia.
Mirenlas copular.
Trocan semen incoloro
y se enamoran de su obra.
De cómo se aman.
Se aman bocas.

Amabocas Prima

U boca
desed osculosa.
Dotra boca,
do carnelabio redoja.
Festeval desáliva.
Jolgoria canibalo.
Debis boxo seca.
Tuyómia miuyas.
Tocansellas.
Unisono sonellas sonan
y danzanan en lunarios
astacabar y blancar
látoda susepia dostuario.
¡Yacabán! ¡Yamirunlas!
Seincolor menes trocan
y mana ma remanan sobra.
Amanéllas.
Amabocas.

25.9.07

Mi lumía - O. Girondo

Mi lu
mi lubidulia
mi golocidalove
mi lu tan luz tan tu que me enlucielabisma
y descentratelura
y venusafrodea
y me nirvana el suyo la crucis los desalmes
con sus melimeleos
sus eropsiquisedas sus decúbitos lianas y
dermiferios limbos y gormullos

mi lu
mi luar
mi mito
demonoave dea rosa
mi pez hada
mi luvisita nimia
mi lubísnea
mi lu más lar
más lampo
mi pulpa lu de vértigo de galaxias de semen de
misterio
mi lubella lusola
mi total lu plevida
mi toda lu
lumía




Nota: Recuerdo que dos años y medio atrás fui cuasi-obligado a leer este poema en un bar que se ubica en una esquina del punto de intersección entre las calles Alvarez Thomas y Federico Lacroze. No creí que aquél momento tenía meritos suficientes para ser grabado en los cuadernos de mi memoria, sin embargo, cuando pocos dias atrás me reencontré con estas palabras (en apariencia, olvidadas para mí), fui víctima de una vorágine sentimental, una tormenta de recuerdos y sensaciones tan placentera como nostálgica, que hizo iluminar ese pequeño cuadrito dentro de mi inextricable pinacoteca de recuerdos en donde me veo a mí mismo, un chico que no tenía idea de cómo fumar un cigarrillo (y la gente que me conoce sabrá apreciar lo curioso de eso último), leyendo a un autor desconocido y obligado a admitir la belleza que subyacía a ese conjunto de sintagmas incoherentemente concatenados para mí. Hoy en día, este poema no ha ganada mucha claridad en mi entendimiento, sin embargo, me trasmite algo parecido al sosiego y una suave bruma de amor lejano. Desconozco si ese sentimiento es producto de las palabras de Oliverio o simplemente es el recuerdo tácito y hecho piel de aquel bar de Colegiales.

9.9.07

Limbo

¿Estás atada? Sí.
¿En qué silla? La 16.
¿Tenés frío? No.
¿Sabés quién habla?

(Un timbre suena a lo lejos,
abren la puerta para sacar a los muertos)

¿Sabés tocar? Sí.
Bueno, probá.
¿En qué silla estás? La 16.
¿Sabés quién llora?

(Hay un cambio de rumbo,
el 52 es ahora el 57)

No, no tirés más.
Hoy no estoy iluminado.
Mejor giro y callo,
he visto adentro demasiado.

(Se redujo Rivadavia a una baldosa,
siendo así la avenida más pequeña del mundo)

Ya no hay movimiento.
¿Dónde quedó tu pasado?
Lo que siempre eterno fue,
hoy lo cruzo con un paso.

(La noche misma aparece
y recubre la avenida de repente)

3.9.07

Testamento del buen perro

La medusa me engatusa con su chuza de lechuza, el embrujo me redujo a un dibujo de mi lujo y las flores de colores, similares a mis soles, se estremecen aunque cesen los temblores de mi heses. ¡Si me viesen!¡Si me oliesen! En el frío me resfrío por olvido de vestido y no hay porte que soporte lo pesado de mi hado ¡Que me diga lo sagrado si en pasado yo he pecado! Si no atino al buen camino, seré perro citadino, y entre el tetra y linda letra, alzaré las riendas de la lepra ¡A la mierda el adivino, moriré canino y junto al vino! Y al amor no lo concibo, por jodido mal parido, sólo a ustedes amigos pido: ¡Arrojad a hoguera a cada puta carroñera, bebedora de miseria aliada del celo y de la histeria! ¡Y que el viento me recuerde por el nombre de valiente, arrastrado que a su suerte fue tocado por la muerte!

26.8.07

Pasteur, encandilada en sombras

La tácita Pasteur se encuentra en calma, como siempre sucede al ser tocada por las noches del invierno. Mi andar pesado, de tonos lánguidos y obtusos, denota mi necesidad de tender mi cuerpo sobre los girones de mi cama. Percatándome de la cercanía que hay desde aquí hasta mi casa, prendo un cigarrillo, sabiendo que será un cadáver inútil al pisar la puerta de entrada. Pasteur, encandilada en sombras, me sorprende con la presencia de un cuerpo no mío caminándola conmigo, pero en opuesta dirección. Nuestro cruce encierra dos adjetivos que nutren su escencia: Es inminente e inevitable. Cada paso mío es un paso doble, como también los suyos.
Puedo verme atrapado en una escena digna de la yunga salteña, en donde un coatí huye aterrado por la mirada deseosa de carne del yaguareté. Yo no treparé ningún árbol ni me esconderé en la maleza, no tendré una actitud de coatí, prefiero seguir andando, cabizbajo meditando junto a la pequeña ascua de mi cigarro. No puedo evitarlo, pienso en la muerte, en cuál sería la mejor forma de abrir mis puertas a ella. Levanto la mirada para ver cuán próxima está de mí. Pocos pasos nos separan. Mis gestos inconscientes se enajenan de mis movimientos. Dirijen mi mirada hacia el piso. Aprieto mis párpados, mis piernas no se detienen. Una brisa me roza, y al hacerlo, vuelvo a tener control sobre mi cuerpo. Pongo en alto mi frente y abro los ojos. Pasteur se encuentra tan vacía y oscura como siempre.

22.8.07

Atavismo




¡Borombombón,
Borombombón,
no es un Picasso,
es un Platón!

De dos al todo




Un autómata le confesó en secreto a otro: "En verdad, siento, pero no me siento bien". Y en ese momento, renació el amor y la revolución.

17.8.07

Curriculum del amante

Ante la solemne institución del amor, me presento como un abnegado en complejizar situaciones corrientes, o más bien como un delirante de bajo presupuesto que embolsica sus aportes al bullicio y al mismo tiempo teme no ser envuelto por él. Algo así como un amorfo con cierta estructura lógica que encierra pesadillas entre la lengua y el paladar, y no duda en alterar su juicio para que se mantengan tiesas en su lugar. Admiro más una soledad corpórea que sólo en esencia y degusto con más placer la carne en potencia que la sangre que pueda derramar sobre mis piernas. Soy una mezcolanza de luces tiritantes, un ser con una arritmia espiritual incesante que nunca resuelve bien su andar y suele mimetizar su duda como un histerismo aparentemente absurdo para aquel que desconoce mi pesar. Presento aquí esta breve reseña personal ante la autoridad que designa cada casualidad, con la esperanza de merecer una de sus dádivas y darme así la oportunidad de refutar todo lo que acabo de decir.