El fuego sereno
se postra elegante
en las fauces mohosas
de la noche pensante.
En pasos callados
de pequeñas andantes
de chatitas humildes
sobre el fango maleable.
Se desploman ciegas
en el sucio calvario
de la etérea mesura
del eterno santuario.
Y se tienden alegres
en la calle helada,
mirando el fulgor
que recubre la calma.
Ya sabrás, amiga
si el alba ataca
los pliegues vacíos
de tu cama chata.
Será un día nuevo,
aire fresco en vida,
cuando el fuego queme
tus tenues pupilas.
26.10.07
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