Si la soga avasallante
que subyuga a los diamantes
buscara desafío en la soledad,
no dudaria en imponerme,
sobrio, recio y fuerte,
a su latente autoridad.
Sin embargo, látigo celeste,
te empeñas en que dicha suerte
sea una espera en la eternidad,
afirmando los crudos lazos
y atando en tus soberbios brazos
a mi pueril guirnalda espectral.
Ofuscada toda luz
y enmohecido el calzado,
intento ya agotado imponerme,
con palabras más que dientes,
sobre los nodos que encadenan
nuestra estéril realidad.
Hijo celeste de olvidos presentes,
déjame apreciar tu libertad.
Libertad que mezclaría
las estrellas con los días,
la vigilia con la prisa
de conocerme un poco más.
13.10.07
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