4.10.07

Monedas

Nuestras bocas podían conjugar cada verbo del amor, como también cantar encomios en escalas de infinitas notas. No importaba la malicia de la lluvia o las gotas de sudor, éramos un uno entero e indivisible que no necesitaba nada del mundo, nos hubiésemos acostumbrado incluso a caer eternamente con la fuerza suprema del universo. Fuimos el arquetipo de la perfección de espíritu, eramos simple amor etéreo, ni siquiera necesitabamos labios o dedos para tocarnos, porque formábamos el mismo cuerpo.
Un día despertamos siendo una moneda, atrapados nosotros en caras contrapuestas y nos vimos obligados a luchar contra nuestro propio cuerpo para volvernos a juntar. Nosotros siendo palestra sufríamos los golpes justificados por el amor, hasta que provocamos una escición de materia y espíritu. No pudimos trasladarnos a una misma cara, ni siquiera volvimos a ocupar parte del mismo cuerpo.
Escuché que hoy das vueltas por el cielo como una paloma lozana que intenta comprender los misterios de la noche. En cambio, yo me encuentro atrapado dentro de los engranajes de una maquina expendedora, esperando que alguien me libere para salir a la calle, levantar la mirada y buscarte entre las nubes del cielo infinito.

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