13.10.07

Igualdad

Desde el comienzo de mis tiempos, al menos aquellos que recuerdo, tus dedos desteñidos subyugan mi humor y lo manipulan a su parecer, haciéndolo crecer sin mesura dentro de una caja de fósforos, como también reduciéndolo al tamaño de un grano de sal en un vasto desierto nunca visto. Al querer apartarme de esta realidad golosa acurrucándome junto a un sueño, otra vez tu presencia resalta, naciente en la lontananza, para terminar coptando el cielo y opacando toda luz. Al sentirte omnipotente en todos mis mundos y deseos, busqué la manera de hacerte desaparecer, y al darte batalla pude ver como con un sólo soplido, podía provocar en tu ombligo un terremoto, y como cuando dos aeroplanos distraidos se besan, explotamos un número indescifrable de emociones, de calumnias, de maneras. Y al imponerse la fatiga en nuestros cuerpos jadeantes, caímos rendidos, risueños, enamorados, para mirar acostados la inmensidad que gira sobre nosotros, buscando en el espacio un punto que nos pertenezca a ambos.

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