A esas mujeres que piensan que los hombres somos un calvario de esperma, les escribo para informarles que son víctimas de una ignorancia infinita. Concebimos el amor como la forma máxima de expresión de espíritu, nos enroscámos en él como víboras trémulas que intentan ahogar al destino. Somos idealistas como perros moribundos que anhelan una presa mansa caída de los cielos y deseamos al rozar sus labios, saciar el vacío que llevamos dentro. Buscamos nuestra dueña en cualquier cafetín o esquina de la ciudad y al divisar una moza, la imaginamos con atavíos que encierran nuestra idea de perfección. Nos caemos rendidos ante una mueca etérea y nos tiramos al piso para escuchar el sonido de sus zapatos golpeteando la vereda, deseando que alguno de sus pasos lleve inscripto nuestro nombre. Creemos con fervor en milagros, sin embargo, somos máquinas que urden planes infundados que terminan en fracasos repetidos, en recuerdos reprimidos en lo obscuro del deseo. Nos desviamos de cualquier camino para recojer el aroma que regalan al aire, para enredarlo en nuestras ideas y llenar cada cosa con su presencia. Vamos navegando como botellas vacías en un mar de vino, degustando con nuestros sentidos cada pieza de artesano y al tocarlas, deseamos contenerlas en nuestro cuerpo cristalino. Mutaríamos en luciérnagas para alumbrar sus noches quejumbrosas, deseamos guiarlas hasta sus casas y despedirlas con un suspiro titilante, para luego perdernos en la noche con nuestra luz verdosa, sin siquiera haberlas besado. No podríamos concebir nuestra existencia si no tuviesemos en mente que un día, el arte del azar nos regalará una hembra esclavizante, que con su yugo avasallante nos obligue a besar el ápice de su lengua, para después, rendidos a sus pies, acobijarnos en su cama como perros de una reina.
Ahora que sus prejuicios fueron derrumbados con la sinceridad más pulcra y se han enterado de que somos niños enamorados, tengan piedad de nosotros y no nos fulminen con miradas o palabras cuando la casualidad nos junte. Es mentira que sólo deseamos liberar nuestra fiebre sexual sobre sus cuerpos, sino que fantaseamos tanto con su amor, que creemos estar soñando con nuestra Luna de miel al tenerlas desnudas sobre una cama.
21.10.07
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1 comentario:
me lo creí...
malo
no juegues con mi ignorancia.
te mando un abrazo valentin, estás escribiendo muy lindo ultimamente.
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