Arriba seno de cielo perlado,
no pretendas hoy el infinito
ni las comisuras del olvido
que mi boca quiere atraparte
antes que la noche pregone
el tierno consuelo de tu óbito.
Entre la estela rosa alojada
en la pálida seda de durazno
que cubre tu suelo de llanura
y mi pueril y mundano deseo,
hay una línea de letras rotas
que tiñen tu vestido de negro.
No dejan deslizar mi labio
por la curva fina de tu boca
sin cubrir mi hálito espeso
con la mácula misma del ocaso,
mezclandose el sabor del beso
con el tieso ruego del amargo.
Y surge en el éxtasis extremo,
pletórico de óbice y deseo,
el barcaje ínfimo del barquero
que debe llevarte al otro lado
y al moverte fría, yo azorado
despierto y veo que es sueño.
10.12.07
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