10.12.07
La casa nueva
¿Y qué puedo decirte entonces, amigo? Ya habrás escuchado un sin fin de imprecaciones producidas por un sin fin de bocas y moléculas de aire que se aglutinan en la vanguardia del tiempo ¡Pero que mal que las usan esos perros al llenarlas con vacío de tinta o de letra! Vos hacete el distraido mientras yo me callo la boca (e ignoro si estoy usando de manera incorrecta las partículas de aire en este momento) ya que recorriste los arrabales de las sillas sin perderte de vista, entraste en la urbe y sentaste cabeza moviendo las piezas de lo que estaba ya escrito. Y eso, creo, merece el respeto de los perros del tiempo, de la tinta indeleble, de mis brazos ardientes que rodean tu espalda, del aire infinito que se carga en mi boca, de lágrimas rojas que escapan al sueño. Pero che, no te la creas, no digo verdades a cuentagotas (me encantaría pero viste, las partículas...), hacé vos la tuya y virá con el viento que yo mientras escruto con esmero la nueva pintura que descansa en tus paredes.
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