8.11.07

Nada se supo.

Entre ellos
había poemas
y silencios.
Nada más.
Podían anochecerse,
abstencerse,
florecerse
y separarse.
Entre ellos
había un capullo
y una primavera.
Y ellos
eran uno
y el otro
en el uno,
como uno
era el otro
en el otro.
Eran eso
y nada más.
De pronto
uno se absorvió
a un mundo
que no les pertenecía
ni a uno,
ni al otro,
ni a ambos.
Y nunca
nada se supo.

1 comentario:

dealtovolar dijo...

a no tenerle miedo a las cosas
hay que atreverse y dejarse..
sobre todo dejarse, no usar mucho la cabeza, mas eso que tenemos rojo.-