12.10.08

500 años

En el ojo, su destino
que perdido se ha alejado
del pasado y el ocaso,
del oprobio y el olvido.
Todavía se ilusiona
con la tierra que es su tierra,
con los dones de la guerra
y ese sueño que aún espera.
Ella sabe que lo suyo
fue opacado de blasfemia
que la honrosa madre tierra
lleva herido su hondo orgullo.
El perdón no serviría
para atenuar los insultos,
a los muertos, a los suyos,
a la añorada ambrosía.
Mira ausente la ventana
que se esconde en la neblina,
en el velo que obnubila
la quietud que da el mañana.
Se lamenta en sus sonidos,
en el llanto que desangra
su canto, infausta arma
que enarbolan los vencidos.

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